Contrario a lo que pudiera pensarse, la celebración de un concurso de belleza masculina en La Habana no tuvo la repercusión esperada. Y lo digo porque este tipo de certámenes no son comunes en Cuba. Si a finales de año pasado la celebración de Halloween con tintes racistas despertó un debate en las redes, ahora, la estereotipación de la belleza pareciera no levantar revuelo.

Durante años hemos tenido campañas sobre la no discriminación, contra los estereotipos, la banalidad y la importación de patrones culturales no afines al proyecto social que defendemos. Pero entonces ocurren hechos que parecen demostrar que hemos arado en el mar, como el caso de Halloween mencionado o este que motiva el comentario.

Efectuado en la Fábrica de Arte Cubano (FAC), que se precia de tener lo mejor de la cultura de esta ciudad, resulta cuando menos paradójico que se promuevan este tipo de eventos. En la misma semana que realizaban talleres de crianza responsable premiaban la banalidad. Y no es ir contra la belleza, es sobreponerla como medidor definitivo, enaltecer la forma sobre el contenido, lo de afuera sobre lo de adentro.

Si durante años hemos oído en sesiones de la UNEAC y en todos los espacios de crítica intervenciones sobre la sexualización de la figura femenina en videos clips o espectáculos de todo tipo, ahora se presenta lo mismo sobre los hombres. Por aquello de medir con la misma vara, se debería realizar la misma crítica a este tipo de concursos.

Organizado por una marca chilena y una serie de negocios privados, la celebración de la Gala en la FAC pareciera ser el apoyo tácito de instituciones estatales. La apertura en términos económicos, y la creación de numerosas empresas privadas no debería ser la patente de corso para la promoción de eventos que no se adecuan a la política cultural de la Revolución.

La construcción de una sociedad diferente no puede hacerse con las armas melladas de aquella a la que se pretende superar. La preponderancia de los valores altruistas, solidarios y del conocimiento no puede subvertirse por la banalización del cuerpo. La exposición de personas como si fueran meros animales de feria no debe ser el patrón a seguir.