
Ni siquiera la muerte puede ser el refugio para el eterno descanso, cuando se ha dejado una obra inmensa de vida.
Recuerdo las ocasiones en las cuales acompañé en los recorridos a los asaltantes a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Cespedes, y a los expedicionarios del Yate Granma, por las obras sociales de la capital.
Y después me llamó la atención la dimensión de estos héroes, que me sirvieron de ejemplo para cumplir mi deber en medio de las más difíciles condiciones, teniendo como faro la guía de Fidel y Raúl, y la justicia que representa defender la Revolución Cubana.

La muerte del expedicionario del Yate Granma Carlos Bermúdez Rodríguez, va más allá de cualquier despedida porque no se muere cuando se ha cumplido bien con la Patria.
Así transcurrió la mañana de este miércoles cuando se le rindió homenaje en el Panteón de los Veteranos de la Guerra de Independencia, de la Necrópolis de Colón, donde fueron colocadas ofrendas florales enviadas por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, líder de la Revolución, y el Primer Secretario del Comite Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
El miembro del Secretariado del Comité Central y Jefe del Departamento Ideológico, Rogelio Polanco Fuentes, realizó la última guardia de honor ante las cenizas mortales y las condecoraciones recibidas por el combatiente.
Y no puede haber mayor convergencia de la estrella solitaria, en el triángulo rojo entre las franjas azules y blancas; así llegan los hombres de bien al pedestal de la Patria para alzar nuestra bandera con un futuro de soberanía e independencia.
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