
Hoy no te voy a escribir sobre las hazañas que desde la seda y la punta de tu tacón lograste, no pienso enseñarte que tienes un lugar junto a mí en cualquier obra humana, no hay rosas rojas que luchen con sus espinas ni nada de eso, porque no es así. Tú me enseñaste a golpe de alegrías y amor quien mandaba, y manda. En este planeta de etiquetas y colores no cabe el verdadero significado de una mujer, quizá por eso la tierra es hembra.
Y acepto que también fui el machito cursi que mandaba postales a base de aquella retórica tradicional (Adelante quien aún las use y quien aún les gusten). Yo aquí me refiero a cuando algunos llenaban el universo de impedimentos tú los librabas todos con la austeridad de quien merece mediante la acción constante de la bondad. Digo desde mi edad que no conozco esencia más pura que la que dejas cuando tus dedos acarician el sol tibio de la mañana.
Sé que los abuelos dejaron a su pesar aún un mundo desigual para ti, así como tú me construiste uno mucho mejor que hoy me toca continuar perfeccionando. Porque en este día como en cualquier otro, celebrarte mujer es hablar de una lucha constante, como también de victorias y metas. Si estas letras no te son fieles en alguna idea desacertada sabe que mi corazón de hijo, hermano, amigo, hombre en construcción se rinde ante tu mirada. Los altares y coronas se los dejo a la literatura, a ti te sobran razones para ser hoy y siempre lo que tu corazón de mujer se proponga.
Ver además: