El único fin de la ciencia consiste en aliviar la miseria de la existencia humana.
B. Brecht
Múltiples y variadas son las formas de violencia que se ejercen o aplicamos sobre las personas sin tener en cuenta las consecuencias directas de tal actitud, en la cual se denota la búsqueda de un propósito o fin sin que el agredido perciba la manipulación a la cual es sometido y en el entorno social no se advierta como una actitud agresiva, aunque se escurra en las sutilezas.
No es la primera, ni la última (lamentablemente) vez en la que somos protagonistas o testimoniantes de la amenaza en las edades tempranas, mediante las miradas desaprobatorias, gestos de coacción y otros “métodos” que van desde el aislamiento, el rechazo, la crítica –a la forma de ser– y la comparación negativa ante determinada acción realizada por nuestros hijos y adolescentes.
La mayoría de estas formas sutiles de violencia generan actitudes similares en el aprendizaje que
determinan, posteriormente, la deformación de la personalidad del individuo si tenemos en cuenta que estará condicionado para actuar sobre sus compañeros de escuela o el barrio, mediante el bullying o, en casos peores, la autoagresión.
Por supuesto, las formas sutiles de violencia psicológica no se pueden enmarcar a un escenario determinado. Muchas veces la observamos en las conductas de quienes pretenden hacer prevalecer sus criterios –con un fin determinado– sobre un grupo de personas interrelacionadas entre sí y en la cual el objetivo es aislar y condicionar el rechazo de ese individuo hasta lograr, incluso, una manifestación del llamado síndrome de Estocolmo.
Muchas de estas cuestiones han sido analizadas e incluidas en el nuevo Código de las Familias. No obstante, lo inmediato es actuar en consecuencia.
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