
“Quedo a tu disposición las 24 horas de todos los días de esta semana, de este mes, de este año, de esta vida y, si hay otras, también”. Claro que la destinataria de tal declaración todavía se estremece cuando la recuerda. Desde entonces el rostro les cambió a ambos y todavía viven agitados de amor y aventura. Si habían pensado alguna vez que todo estaba perdido, y que no había nada nuevo por conocer, les llegó el momento de los hallazgos y de volar juntos hacia los sueños.
Así viven tantos enamorados: Perla y Maribel y también Luis y Víctor, Tere y Marisel, Lorennys y Dione, Paquito y Miguel y también Sara y Diana. Como escribió hace poco una amiga, la libertad que esas parejas pensaron que nunca verían, parece tocarles la puerta ya.
Y cuando se hable de afectos, ellos también tendrán un espacio gracias a una nueva norma legal en la que aparecen incluidos con iguales derechos que el resto.
La emoción llama a poner el corazón en cientos de personas que se aman y podrán proteger legalmente su amor, tener hijos que sean escuchados. En cada artículo de ese proyecto de ley que retrata el país de hoy y de las familias que lo habitan, hay un derecho que todos –sin distinción de orientaciones de cualquier tipo– necesitan ejercer. Es lo justo.
De ahí la invitación a Enrique, ese cibernauta que ha escrito NO, así en mayúsculas, al nuevo Código de las Familias, ahora sometido a un diálogo nacional. Él, como cada cubano y cubana, tiene derecho a opinar como desee.
Pero pensando en el tan sabio José Martí y lo escrito por él hace muchos años: “Por el amor se ve. Con el amor se ve. El amor es quien ve. Espíritu sin amor, no puede ver”, la invitación sigue siendo a pensar y reconocer la deuda que tiene Cuba con quienes hasta ahora les ha faltado ese derecho, esa justicia.
Un nuevo Código de las Familias, retrato de la Cuba de hoy, que no distingue cuál es la medida exacta del amor, lleva de la mano reflexiones para nutrir ese texto con el mejor derecho, el de todos.
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