
Abro la puerta de mi casa atareado por la vorágine del día, sediento de los rostros amorosos que siempre me aguardan allí, estaban aquellos ojos que con la profundidad de un océano ahogan cualquier pesar.
Entonces, me dijo: “Recuerda que esta noche es la consulta popular del Código”. Es a las ocho, temprano para poder ver la novela”, terminó mi mamá. Debo confesar que fui con pensamiento algo negativo, mis
experiencias anteriores en reuniones de la comunidad han sido “manchadas” con intervenciones retrógradas;
incluso, rozando la desfachatez.
Sin embargo, la noche tenía prevista otras circunstancias. Los encargados de moderar la consulta del
proyecto del Código de las Familias se habían preparado minuciosamente para la ocasión. Incluso, una
vecina ávida por exponer sus criterios interrumpió con voz amable e imponente: “Si lo explicas todo no
me das chance, mira que yo vi todos los Hacemos Cuba, la Mesa redonda y estoy ansiosa por tocar varios temas”.
El moderador dio paso al diálogo, aclarando que cada criterio debía ser respetado y anotado sin importar si estábamos de acuerdo o no. Entonces comenzó la “campaña” por la palabra, enérgicamente, pero
con el orden más criollo que una barriada de Nuevo Vedado puede ofrecer. Salieron temas polémicos como
la Patria potestad, el matrimonio en menores de edad y, por supuesto, la famosa unión de hecho que otorga
ese derecho a todas las personas.
¿Qué sería de una historia cubana sin un buen conflicto? Pues ahí estaba el líder religioso que radica
en mi vecindario para dar la nota discordante. Solo que esta vez ni se tomó la molestia de prepararse. Confieso que advertí un discurso subliminal (interior) entre las líneas de su intervención.
Se desdobló cuando hizo su entrada triunfal de macho todopoderoso representado a su hembra la
cual tenía esquinada (sumergida), a ella no le tocaba hablar, pues no se trataba de un tema para mujeres.
Entonces, con voz de locutor de comercial de los años 50 comentó que no aceptada ese código en su totalidad. Y que expondría dos motivos.
Comenzó por la ya manida manipulación de la pérdida de derechos ante la exclusión del término Patria potestad... No obstante, como había afirmado “ni haber leído el documento”, quedó claro su
desconocimiento sobre un tema aclarado ampliamente por los medios de comunicación.
Siguió su sinrazón, mientras todos lo miraban como al alumno que expone la tarea de la clase a la
que faltó, agregando el “concepto y génesis” de la palabra matrimonio. Y terminó con una interrogante digna del personaje antagónico de una machista comedia de situación: “Si los hombres se casan con los
hombres y las mujeres con otras mujeres, se acaba la procreación y con ello el mundo”. Todos quedaron boquiabiertos y con ganas de explicarle que, porque exista el derecho, no cambiará la naturaleza de
las personas. Cuando el nuevo Código se apruebe se casarán los que se amen con o sin matrimonio.
La unión de hecho, pues ese es el término, no lo obligará a unir su vida con otro hombre si no lo desea.
Quizá ahí está el miedo de muchos de sentirse tentados de aceptar la felicidad ajena.
Aquellas palabras carecían tanto de originalidad y sustento lógico, que pocos hicieron caso a su alocución. Eso sí, la gran y aplastante mayoría dejó claro su total apoyo al nuevo Código de amor. Orgullosos de participar en la construcción de un futuro mejor culminó la cita vecinal.
Fue así que escuché cuando un vecino comentó: “Ese mismo texto les están mandando a repetir
a los de su religión, mira aquí está en Facebook”. Las señoras que pasaban sonrieron pícaras con la mirada plena de haber defendido los derechos de las familias cubanas, comentando: “Hoy en la novela la
hermana que vivió en un convento se quita la careta y recibe sus buenas bofetadas por falsa...” y así caminaban hacia sus casas mientras los perros ladraban y los gatos bajaban de su altura para saludar a la noche.
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Soy asidua lectora de sus artículos, pero la falta de respeto, hasta de ética profesional en un medio tan leído como este periódico, me obliga a expresarle mi desacuerdo. Son varias las personas que no se manifiestan a favor de algunos artiulos del Código, sin embargo hay que respetar su participación y criterio, lo que usted no hizo con el señor religioso (burla, juicio equivocado de su persona) cuando debe primar el respeto al otro, sea quien sea y más viniendo de un periodista joven. Ojalá sirva mi comentario para que no cometa el mismo error con otras personas.