Foto: Martirena

Muchas son las motivaciones y metas que nos imponemos para el año que empieza. Ejercitarnos para mejorar la salud física, emprender nuevos proyectos de trabajo, mejorar todas aquellas aristas que nos lastraban el desarrollo personal en el pasado, etc. Vamos de lo general a lo particular revisando nuestro rendimiento como seres humanos imperfectos, pero en el camino a transformarnos la versión más piadosa de nosotros mismos.

Uno de los centros de fuerza o debilidad para construir nuestra estabilidad es nuestro centro de trabajo. Las relaciones que mantenemos con ese lugar de amor y odio donde pasamos parte importante de nuestra vida definen incluso nuestra salud emocional.

Para aquellos que disfrutan del ambiente ideal compuesto por un jefe capaz, alejado de favoritismos y círculos viciados por el interés, un espacio donde per se incita la competencia sana, el desarrollo y crecimiento profesional con respeto hacia el trabajador, bueno, ya tienes gran parte de la batalla ganada.

De ser el caso contrario puedes escoger tomar las riendas de tu narrativa, poner en modo avión los ruidos del entorno y realizar tus labores con eficiencia y disciplina personal inmejorables.

Solo tú eres responsable de tu felicidad en cualquier circunstancia, incluso en el peor escenario tenemos el poder de transformar en oro los desafíos. Protege tu integridad actuando con sensibilidad, empatía, sencillez y entereza. No importa quiénes tomen la vía fácil y torcida mientras nuestro foco se mantenga en suscitar una jornada armoniosa y fructífera.

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