Foto: Cubaminrex

Por décadas los patrocinadores del terrorismo y la violencia contra Cuba han residido en los Estados Unidos de América, sin penalización alguna por sus crímenes de lesa humanidad. Ejemplos hay varios; uno de los más abominables resulta el organizado por los ya fallecidos en Miami, Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, responsables máximos de la voladura del avión de Cubana en 1976 en aguas de Barbados con 73 personas inocentes a bordo.

A esa cruzada de violencia y odio made in USA se suman  decenas de sabotajes cometidos en diferentes etapas contra instituciones, centros recreativos y turísticos en La Habana. Y más recientemente, en abril de 2020 y julio de 2021, la ejecución de actos terroristas contra la embajada cubana en Washington y en Francia, respectivamente.  ¿Quiénes son los verdaderos terroristas?, pregunta la opinión pública mundial y los millones de compatriotas que viven en la Mayor de las Antillas, víctimas de la barbarie procedente del Norte.

Resulta de vulgar cinismo que la administración estadounidense que conoce bien donde están los verdaderos terroristas, por fines políticos, haya incluido a Cuba en una espuria lista de naciones patrocinadores del terrorismo, al pequeño territorio víctima de ese flagelo que ha causado más de 3 000 muertes y un considerable número de heridos, e incapacitados.

En los últimos días, desde la misma guarida de los grupos extremistas y fanáticos radicados en la Florida resurgen prácticas de crueldad y barbarie que rememoran la era de incivilización y las hordas hitlerianas.

Con empleo de las redes sociales vuelven los representantes de la mafia cubano-americana cobijados en el sur de EE.UU. a incentivar sus sentimientos de odio y frustración, junto al lucrativo negocio de la contrarrevolución. Aprovechándose de la situación económica y financiera de los cubanos ante la pandemia de COVID-19 y el vil recrudecimiento del bloqueo, promueven, sin decoro alguno, un estallido social, convocando desde el exterior a la desobediencia civil, a los disturbios y a realizar actos vandálicos, alarmante manera de resurgimiento del fascismo, precisamente en el país que dice ser “paladín de democracia, la lucha contra el terrorismo y la defensa de los derechos humanos”. ¡Qué doble moral!

Hacia dónde se orienta la maquinaria de comunicación mediática, falsa y sobredimensionada fabricada contra la Isla en Washington que además disemina sus tentáculos hacia otros países del planeta. Está dirigida a destruir la Revolución que durante más de 60 años ha resistido la embestida imperial por la voluntad y el apoyo mayoritario del pueblo que conoció conquistas antes inimaginables que dignificaron al ser humano, y a las que salvaguarda.

Los cubanos tienen conciencia de la necesidad de sustentar la unidad para lograr avanzar hacia el propósito común de alcanzar el desarrollo sostenible, mayor bienestar, con paz, equidad, e independencia. Y son consecuentes con lo imperioso que resulta resolver los problemas que hoy retrasan el progreso de la sociedad y la actualización del nuevo modelo socialista con sus peculiaridades, el cual tiene como obstáculo fundamental el asedio perenne de la Casa Blanca y su estrategia de cerco económico, financiero y comercial con record de ignominia.

El acoso y las mentiras que circulan en sitios de Internet propiciado por la errada y agresiva política de Washington contra el solidario pueblo de Cuba, debe cesar. Es hora de poner fin a más de medio siglo de hostilidad y provocaciones encaminadas a perturbar el orden institucional y la tranquilidad ciudadana en la tierra caribeña.

El terrorismo es consecuencia de la exacerbación de odios y arremetidas por parte de mercenarios y sicarios al servicio de gobiernos extranjeros. El mundo precisa de diplomacias honestas e iniciativas que estimulen la armonía y colaboración complementaria entre naciones para hacer frente al acelerado declive de la naturaleza con los eminentes cambios climáticos que ponen en riesgo la supervivencia de la especie humana en el planeta.

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