Foto: Carlos Manuel Serpa

En medio de la situación extraordinaria de pandemia que demanda un esfuerzo y sacrificio descomunal del Gobierno, las autoridades de Salud y del pueblo, cada nueva emisión del Noticiero Nacional de Televisión trae nuevos casos –no por reiterados menos sorprendentes– de la ofensiva contra presuntos(?) acaparadores, receptadores y revendedores, confesos muchas veces y casi siempre reincidentes, que revelan el inmenso descontrol, robo y desvío de productos industriales, alimenticios, del agro, y de recursos de todo tipo, guardados en casas particulares convertidas en enormes almacenes clandestinos.

Me resulta inevitable establecer un paralelo entre ambas, pues veo en esos delitos una “enfermedad” muy parecida al nuevo coronavirus, por el alto número de “infectados” que forman “la cadena de transmisión”, a veces igual de invisibles y silenciosos, léase “asintomáticos”, y otras con “síntomas” bien claros, por tanto, al parecer no genera inmunidad y con revisar la “historia clínica”, –o sea, los antecedentes penales– no resulta difícil detectar a los “sospechosos”. Aun así, la “detección”, obtención de las “pruebas” y la “confirmación” de la enfermedad es siempre complicada, y requiere la participación no solo de las autoridades sanitarias, -policiales en este caso-, sino de todos.

El “tratamiento” a seguir, la “dosis” (de la multa) y el “período de confinamiento” o “cuarentena” (en prisión), lo decide un tribunal de acuerdo a la Ley, pero como lamentablemente no hay una “prueba en tiempo real”, ni “vacuna” para la cura, debemos aceptar que nada garantiza la recuperación total y permanente, por lo que es aconsejable alejar a estos “pacientes” de los ambientes que pudieran estimular una recaída. La pandemia de la corrupción es igual de peligrosa y fatal, pues no hay prosperidad ni sostenibilidad posible para una sociedad que la sufre.