La revuelta o disturbio provocado ayer por fanáticos, extremistas y ultraderechistas seguidores del magnate presidente de los Estados Unidos Donald Trump logró alcanzar los salones del Capitolio en Washington.

Ante la opinión pública local e internacional, este acto inusual y extraordinario en la capital norteamericana constituye un ejemplo de degradación vertiginosa de la llamada democracia en esa nación, además de una flagrante vulneración de la institucionalidad, algo sin precedentes en ese país.

Estos hechos tienen como antecedente la actitud arrogante del señor Trump, quien a partir de su notoria derrota electoral ha venido incitando, (con expresiones de ira y odio), a sus partidarios a la violencia e insubordinación al no reconocer la victoria electoral de Joe Biden y de los senadores demócratas que recién obtuvieron en Georgia dos escaños para el Senado lo cual deja sin mayoría en la Cámara Alta, a los republicanos.

Foto: Tomada de Telesur

Las políticas de la administración Trump han exacerbado las divisiones en esa nación, y al mismo tiempo han fomentado mayores niveles de segregación racial y social.

A pesar de la certificación de Biden como nuevo presidente, el actual y saliente dignatario de la Casa Blanca continúa declarando la ocurrencia de fraude, y desprestigiando de manera significativa el sistema electoral y “democrático” de los Estados Unidos.

Gobiernos, organizaciones y personalidades del mundo se han pronunciado en rechazo a la violencia acontecida en Washington lo cual pone en evidencia la crisis de valores, además de económica, sanitaria y medioambiental que está viviendo ese país, acelerada por la actitud irracional de Donald Trump.

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