Llama la atención cómo se van desmembrando sociedades con gobiernos de corte neoliberal que fomentan las desigualdades y solo legislan para los sectores oligárquicos o centros de poder.
Los acontecimientos en Perú, Chile, Colombia y otras naciones de la región muestran al mundo el fracaso de esas políticas practicadas con ahínco por países que conforman el Grupo de Lima, precisamente los que más han agredido e intervenido en los asuntos internos de la República Bolivariana de Venezuela y obstaculizado la integración latinoamericana y caribeña basada en la cooperación y complementación económica y social.
Golpes a la democracia y al respeto a los derechos humanos son constatados a diario en estos territorios. La represión policial hacia las manifestaciones populares y en demanda de justicia, paz y reivindicaciones para los trabajadores y pueblo en general son muestra de la insatisfacción de millones de personas que ven frustradas sus esperanzas de un mejor futuro para sus familias e hijos.
En Perú se está produciendo una desestabilización política sin precedentes, luego de un golpe o censura parlamentaria al presidente Martín Vizcarra, acusado de corrupción y otros delitos, apenas unos meses de nuevas elecciones. Mientras, la población sufre del flagelo de la COVID-19 y agudiza su situación sanitaria y económica sin que se vislumbren soluciones.
Las muertes de líderes sociales, campesinos, indígenas y excombatientes de las FAR-EP que se sumaron a los Acuerdos de Paz en Colombia son asesinados, siendo decenas los ultimados, demostrando estos hechos la falta de voluntad política de esa administración que vulnera disposiciones oficiales que fueron emitidas con observadores y garantes internacionales para alcanzar la armonía que demandan los ciudadanos colombianos hastiados de guerras y conflictos históricos, y cuales aspiran a un desarrollo sostenible con equidad para todos.
De igual manera, la humanidad quedó atónita ante la salvaje represión contra el pueblo chileno lo cual tuvo por consecuencia miles de jóvenes encarcelados, la pérdida de visión de un considerable número de personas ante la violencia de carabineros y miembros de esa policía que recordó los años de dictadura pinochetista con prevalencia del quebranto a los derechos humanos.

Resulta significativo que ante barbaries como las que se perciben en estos países, miembros de la Organización de Estados Americanos, el señor secretario general de esa institución regional, Luís Almagro, no se haya pronunciado condenando esos sucesos que constituyen crímenes de lesa humanidad.
Pero no sorprende, la OEA tampoco ha demandado poner fin al show político, mediático y vergonzoso que resultó ser las elecciones presidenciales en los Estados Unidos, donde todavía luego de unos 15 días no se ha declarado el vencedor oficial debido a maniobras turbias desplegadas por el actual dignatario de la Casa Blanca que todo indica no tiene previsto dejar el poder, aún cuando los resultados favorecen considerablemente a su contrincante, el señor Joe Biden.
Lo que olvidan quienes promueven el odio, la segregación racial y social en pos de intereses económico-financieros y en contra de las mayorías que viven en el umbral de la pobreza, es que la fuerza está en la unión de los pueblos que son sabios y tendrán siempre la última palabra. Bolivia es el ejemplo más reciente al decir ¡Basta de abuso con golpistas secuestrando la voluntad popular!
Solo la integración regional con independencia, paz, solidaridad y una mejor distribución de las riquezas de las naciones, evitará la debacle en Nuestra América, los sueños de Bolívar y Martí tienen posibilidad de concreción, siempre que predomine la unidad y el anhelo de ser libres, sin amos, ni imperios.
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