Por estos días que en la avenida Italia, conocida aun por su antiguo nombre: Galiano, se desarrolla la semana de la cultura de ese país, en el programa de celebraciones por el aniversario 500 de La Habana, los habaneros residentes y visitantes disfrutan, en las noches, el cotejo de las constelaciones de luces traídas desde Turín, muestras del arte culinario de ese país y conciertos de artistas como la reconocida Carmen Consoli.
Tanta alegría, en medio de las presiones del gobierno de Estados Unidos con el genocida bloqueo contra la Mayor de las Antillas, es también un homenaje de agradecimiento a quienes hicieron posible una patria nueva desde el inicio de la primera guerra de independencia en 1868, hasta el triunfo de la Revolución en enero de 1959, que abrió un capítulo en nuestra historia de libertad ganada e independencia.

Precisamente, entre quienes hicieron tanto, evoco el nombre de Gino Doné Paro, porque surgió durante el encuentro con Antonio del Conde, el Cuate - el hombre que contribuyó a la compra del yate Granma en México, por órdenes de Fidel- una tarde de octubre en un discreto lugar del lobby del Hotel Meliá Cohíba, ubicado en el borde de la avenida Antonio Maceo, conocida por Malecón habanero.
Acompañaba a la colega y escritora Alba Márquez Rodríguez, hija de Juan Manuel Márquez, segundo al frente de la expedición, con el propósito de compilar información para el libro En cada latido del combate. Fue entonces que pronuncié aquella interrogante que hizo al señor Conde observarme desde sus ojillos escrutadores y, arrellanándose en el butacón, habló con respeto de Gino.
“Participar en la expedición fue un verdadero privilegio. Cada uno de estos hombres había sido cuidadosamente seleccionado por Fidel. La presencia de Gino, de origen italiano y preparado en las artes de la guerra, había sido considerada importante para el propósito de aquella expedición”.
Gino Doné Paro, había nacido el 18 de mayo de 1924, en la Comuna de San Biagio di Callalta, región del Véneto, en la provincia de Treviso, cerca de Venecia. Muy joven se enroló en la guerra Partisana, de septiembre de 1943. Sufre la tragedia de los soldados italianos en Veneto, ocupado por los alemanes. Aprende a conducir medios pesados, maniobras con artillería ligera, pilotear medios navales de desembarco y experto en operaciones sobre lugares pantanosos. Esta experiencia le valdría para insertar su nombre en la historia revolucionaria de Cuba, después de su llegada a la Isla en 1951, por Manzanillo. De ahí, viaja a La Habana y trabaja en una carpintería de la calle L.
En su estancia en la capital cubana labora en la construcción de la Plaza Cívica, actual Plaza de la Revolución, para la edificación del monumento a José Martí. Se vinculó de inmediato a los estudiantes universitarios en sus protestas contra la dictadura de Fulgencio Batista e incluso participaba en las reuniones de la Federación Estudiantil Universitaria, FEU.

Moldeaba sin saberlo su proyección futura vinculada a Fidel, a quien conoció en una reunión del Movimiento 26 de Julio. Es el propio líder cubano quien solicita la presencia de Doné, para cumplir tareas del M26-7, y Gino se convierte en uno de sus hombres de confianza.
Por estos días La Habana se convierte en epicentro de las miradas del resto del planeta. Es un símbolo de resistencia y libertad. Esta semana cuando todos festejamos me viene a la memoria el nombre de este héroe que al morir, el 22 de marzo de 2008, en su querida Italia, tuvo en su lecho cuatro guirnaldas de rosas rojas colgando de la pared, entre ellas las enviadas por Fidel y Raúl.