La mente tiene una capacidad analítica y descriptiva que asombra y lo más importante es que ese análisis fluye sin proponérselo. Eso me sucedió en la mañana de hoy cuando fui a cumplir un encargo familiar.

Mi esposa planificó hacer frijoles negros, no voy hablar del precio de ese grano, de todas formas ya estaba en casa, para hacer los frijoles necesitaba ají y ajo. Después de caminar por distintos puntos de ventas, carretilleros y bicicleteros, me detuve donde había un carretillero que tenía ají. Dije para mí, todo no está mal.

Cuando me detengo a ver el producto estaba marchito, y cuando le pregunté el precio, el que se puso marchito fui yo. Cien pesos el pote, me dijo el vendedor en muy buena forma, pero no lo compré.

En ese momento, como un relámpago funcionó mi mente y viajé a mi infancia, allá en El Marey, Aguacate, donde vivía en ese entonces, de inmediato me vino una imagen.

En el patio de mi casa había un espacio que no tenía más de tres por cinco metros, estaba con hierba y alguna basura, siendo un niño me dediqué a limpiar, romper la tierra, hacer un semillero y sembrar ají cachucha.

Foto: Enrique Tirse/ facebook

Al cabo del tiempo, con la debida atención, la siembra comenzó a producir, fue “tanta” la producción que además de utilizarse para sazonar, se hizo encurtido. Viendo que alcanzaba y sobraba me dispuse a vender en las calles de Aguacate.

Un bodeguero amigo me regaló unos cartuchitos chiquitos, que se utilizaban en las bodegas. Los llenaba de ají y los proponía a cinco centavos, no piense usted que lo compraban muchas personas, y eso que estaban acabados de recoger.

De inmediato mi mente viajó al momento actual y pensé, cómo un niño pudo sembrar ají para su casa y hasta vender y ahora no hay existencia de ese producto con la cantidad de CPA, CCS, y las tierras ociosas que se han entregado, unido a las diferentes formas de la agricultura urbana. Ni aquel niño, ni este hombre pueden entender eso.

(Tomado del perfil de Facebook de Enrique Tirse)