El próximo 6 de agosto el capitalino Alejandro Valdés saldrá a la colchoneta circular de centro Makuhari Messe Hall, de Tokio, para tratar de regresar la Lucha Libre cubana al podio de los Juegos Olímpicos, después de quedar fuera en la cita estival de Rio de Janeiro, algo que no ocurría desde la edición de Moscú en 1980.

El experimentado gladiador de 32 años, séptimo lugar en los pasados juegos múltiples, ha declarado en varias ocasiones que se encuentra en su mejor momento deportivo, y aunque no aparece entre los primeros del ranking en su división de 65 Kg, sus rivales tendrán que hacerlo todo perfecto para doblegar su ímpetu sobre el colchón.

“Calabaza”, como lo llaman sus amigos y seguidores, lleva casi 20 años en estos menesteres y sabe que en un combate “a muerte” de solo seis minutos cualquier cosa puede suceder a ese nivel.

Llega a la tierra del Sol Naciente con un currículo extenso en este último ciclo olímpico donde destacan sus dos metales bronceados en los Campeonatos Mundiales de París 2017 y Budapest 2018, podios que solo han repetido otros dos luchadores en ese lapso de tiempo.

El también campeón indiscutido de los Juegos Panamericanos de Lima 2019, cuando arrasó a todos sus contrarios sin recibir ni un solo punto en contra, es el gladiador cubano que mejores récords ha dejado en la Bundesliga alemana, al llevarse el título de su división hace cuatro años defendiendo la bandera de su equipo SVG Weingarte, para ser elegido el más combativo y el más valioso de esa liga europea.

Ágil y explosivo, es un luchador que desde el primer segundo de combate siempre está a la caza del parpadeo de sus adversarios para abalanzarse sobre ellos, generando estrés y puntos en tiempos cortos, algo que aplauden siempre los amantes de este deporte.

Es un atleta que ha alcanzado su madurez en el deporte más antiguo del mundo y sus resultados dependerán de la forma física y mental con la que se presente después de un año convulso de pandemia y pocos roces internacionales.

Por sus venas no solo corre sangre de luchador gracias a su padre Enrique, quien es un destacado entrenador de esta disciplina, lleva también la herencia genética de los hombres de esta isla, que han cosechado en los deportes de combate los mayores frutos en la historia del olimpismo antillano.

Otras informaciones: