Ahora que llegó julio, y muy pronto comenzarán los Juegos Olímpicos de Tokio, es momento propicio para evocar una de las tantas hazañas de nuestros atletas en la historia de esas magnas citas multideportivas.

Luego de muchos años, es raro traer a colación una actuación donde no se destaque el siempre deseado
ascenso a lo más alto del podio, pero hay hombradas que merecen un espacio imborrable en el recuerdo, un
lugar perpetuo en la memoria.

Sucedió en el séptimo mes del año 1996, el día 23, en el Georgia Tech Campus Recreation Center, de
Atlanta, Estados Unidos, por entonces sede de los XXVI Juegos de la era moderna.

Dos cubanos llegaron a la final de los 100 metros espalda de la natación olímpica: el habanero Rodolfo 
Falcón iría por el carril 3 y el pinero Neisser Bent lo haría por el 5.

El resto de los competidores representaban a naciones con una rica trayectoria en ese deporte: por el 1,
Franck Schott, de Francia; por el 2, Tripp Schwenk, del país anfitrión; por el 4, Jeff Rouse, otro estadounidense; por el 6, Martín López, de España; por el 7, Ralf Braun, de Alemania; y por el 8, Emanuele Merisi, de Italia.

Tal vez la prensa internacional no prestó demasiada atención a los carriles 3 y 5. Eso sí, acá en la Mayor
de las Antillas no pocos estaban al tanto del virtuosismo de los tritones cubanos y hasta el propio Falcón nutrió su fortaleza psicológica con la certeza de su buen estado de forma.

Lo cierto es que en la final masculina de los 100 metros espalda en Atlanta 1996 los cronómetros se detuvieron a los 55 segundos y 76 centésimas después de la arrancada, con la llegada del último competidor,
el francés Schott.

Bastante antes, a los 54.10, había alcanzado la meta el estadounidense Jeff Rouse, quien se ciñó la corona en la difícil prueba. Y, para asombro de algunos y alegría de millones de compatriotas en nuestro archipiélago, sus escoltas serían Rodolfo Falcón (54.98) y Neisser Bent (55.02).

La única razón por la que aquel resultado sorprendió a alguien fue porque Cuba no acostumbraba a dejar
huellas en los podios de premiaciones de eventos de alto nivel en este deporte acuático.

Sin embargo, ya desde inicios de la década de 1990 Rodolfo Falcón no era un desconocido de la élite
mundial en su especialidad: Ganó la presea de plata en los Juegos Panamericanos de La Habana 1991; en
1993 se apropió de dos medallas doradas al imponerse en los 100 y en los 200 metros en los Juegos Mundiales
Universitarios celebrados en la ciudad estadounidense de Buffalo; y conquistó otros dos títulos en el
Campeonato Mundial en piscina de curso corto, celebrado en Río de Janeiro, Brasil, en 1995.

Neisser, el muchacho de la Isla de la Juventud, también sobresalió en lides nacionales e internacionales,
pero sus mejores desempeños los tuvo, precisamente, a partir de Atlanta 1996.

Un cuarto de siglo después de aquella jornada irrepetible serán inaugurados los próximos Juegos Olímpicos de Tokio. Habrá medallas, alegrías, proezas… pero, definitivamente, al menos para Cuba, nada hará pasar al olvido la tarde en que de una piscina norteña la plata y el bronce emergieron con más brillo que el oro.

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