Se nos fue Ernesto. El mismo que desde que asumió el cargo de Comisionado Nacional de Béisbol se mudó para el Latinoamericano y plantó una casa de campaña imaginaria en la arcilla del mítico estadio. El que sentía urticarias cuando tenía que estar confinado a una oficina para firmar papeles y le palpitaba el pecho cuando escuchaba a lo lejos los sonidos de los bates chocando las pelotas.

Se nos fue, así de pronto, sin despedidas. Ese que muchos criticaron por tomar las riendas de nuestro pasatiempo favorito sin haber jugado Series Nacionales y que demostró en poco tiempo su valía en una silla ardiente que tiende a convertirse en diana donde los aficionados lanzan sus frustraciones beisboleras. El mismo que recorría la Isla de punta a cabo buscando debajo de las piedras los antídotos que necesitaba nuestro deporte nacional y que estaba dispuesto a todo para recuperar las supremacías que algún día perdimos en este deporte que amamos.

Ya no estará más entre nosotros, se fue a otros mundos paralelos después de enseñarnos que solo los que viven para el béisbol pueden renovarlo y sacudirle todo el polvo que se le ha pegado con los años después de tantas batallas perdidas y de ataques recibidos desde todas direcciones.

Nos duele mucho decirle adiós porque nos estábamos acostumbrando a sus puertas abiertas, a su trato con la prensa, a su insomnio y su visión futurista. Estábamos complacidos porque muchas veces lo veíamos como un Dios omnipresente en cualquier rincón donde se estaba jugando béisbol con su voz rasgada y honesta desplegando planes en el aire y pintando victorias con un optimismo increíble y pegajoso.

Se fue de súbito y sé que su alma estará vagando por todos los terrenos de Cuba hasta que no se cumpla su sueño de regresar este deporte al Olimpo y de recuperar el respeto que un día se ganaron sobre la grama nuestros antepasados. Ernesto nos dio una lección de organización y entrega, y nos mostró el camino donde los problemas los resolvemos nosotros mismos sin llantos ni justificaciones. Nos veremos seguro algún día en un estadio donde no existan pandemias ni momentos tan tristes como este. Adiós hermano.

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