Cuando los Industriales derrotaron a los Cocodrilos de Matanzas en las semifinales de la serie 51, ningún aficionado siquiera imaginó que ese equipo ganador de 12 coronas en nuestros campeonatos domésticos
caería en una larga sequía de triunfos en postemporada que se extiende ya a nueve años.

Disímiles conjuntos derrotarían de una u otra manera a los Azules en este lapso de tiempo: dos veces Ciego
de Ávila y una vez cada uno Pinar del Río, Las Tunas, Camagüey y ahora Granma; convirtiendo así a los capitalinos en el segundo equipo que más derrotas acumula en estas lides con un total de 17.

Las causas de esos descalabros han sido muchas y en su oportunidad las hemos abordado hasta el cansancio. La emigración de muchos atletas talentosos a otras tierras –ya sea dentro del territorio nacional o fuera de nuestras fronteras–, falta de motivación en las canteras producto a problemas económicos, y una mentalidad colectiva que se resiste a adaptarse a los nuevos tiempos son tan solo algunos de los elementos que han conspirado para que el equipo más ganador de títulos en series nacionales se haya ausentado tanto tiempo de lo más alto del podio.

En esta oportunidad los dirigidos por Guillermo Carmona volvieron a sucumbir para seguir extendiendo
esta racha adversa que despierta a su paso dolores beisboleros y desencadena una ola de frustraciones en sus fieles que una vez más tienen que ver desde sus casas cómo sus adversarios en el campo se llevan toda la gloria en juego.

Sin embargo, en esta oportunidad, como dijo una vez el gran escritor argentino Jorge Luis Borges: “Hay derrotas que tienen más dignidad que una victoria”. Todos saben que los felinos capitalinos tuvieron que sortear muchos obstáculos para poder incluirse entre los ocho clasificados a los playoffs. Nunca un equipo se vio atacado con tanta fuerza por lesiones y enfermedades en toda la historia de 60 series nacionales y no recuerdo que jamás un conjunto haya tenido que apelar a su reserva para conseguir su boleto a la postemporada.

Aun así, llegaron al duelo de cuartos de final para enfrentar a uno de los dos equipos que más partidos ganó en la etapa clasificatoria. Una caballería robusta liderada por el mejor lanzador cubano del momento con una alineación temible donde militaban hombres que sabían lo que era ganar campeonatos y donde estaba también el mayor slugger con el que cuenta nuestra selección nacional.

A pesar de todo, los míticos Industriales forzaron a un quinto y definitorio desafío apoyados por un staff
de lanzadores jóvenes y cayeron con honores sobre la arcilla derrochando vergüenza, en un acto heroico que merece el respeto de sus seguidores y de sus contrarios más recios.

Sin duda, el mejor equipo fue el que salió vencedor esta vez, algo que no siempre ocurre en este deporte
muchas veces indescifrable. Pero como dijera una vez uno de los gloriosos libertadores de América: “Una derrota peleada vale más que una victoria casual”. Nos vemos en la próxima temporada.

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