Muy pocos recuerdan la presencia de atletas cubanos en el Mundial de Sumo, celebrado en Japón en el año 2000, país en el cual es considerado el deporte nacional. Se trata de un tipo de lucha libre donde dos contrincantes o Rikishi se enfrentan en un área circular.

En aquella ocasión el cubano Julio César Diez Ochoa, se alzó con la presea bronceada al “bailar (luchar) en la casa del trompo”, como decimos los cubanos para destacar un logro obtenido donde el oponente tiene las de ganar.

“Comienzo a practicarlo en el año 2000. Fui de los fundadores de este deporte en nuestro país. Estuve en el equipo juvenil y posteriormente del nacional de lucha libre. Medallista en varios campeonatos del país en la categoría superior a los 115 kilogramos, durante los primeros años de la década de los 90. Como atleta de Sumo, fui entrenado por José González Fines.

“Es un deporte que exige una preparación y resultó extremadamente difícil. Los ejercicios básicos son muy diferentes. Tuvimos como sede el Coliseo de la Ciudad Deportiva. Debíamos someternos a carreras de velocidad, ejercicios de fuerza desconocidos para nosotros. Es lo más fuerte realizado en mi vida de atleta, desde el entrenamiento hasta el combate. A pesar de la poca duración de la justa, es de gran intensidad. Se exige velocidad y resistencia en el uso de la fuerza.

La técnica del Sumo es muy importante, puedes usar la fuerza del contrario a tu favor, pero exige una concentración fuerte durante el combate. Por ejemplo en Japón estuvimos más de un mes de entrenamientos y en 2001 tuve la posibilidad de adjudicarme la presea de bronce en el Campeonato Mundial realizado en la prefectura de Aomori. Debí sobreponerme al impacto de observar el gran volumen corporal de los contrincantes japoneses de mi división y luchar con una lesión en mi pierna derecha.

“Cuando regresamos tuve el sueño de que era este el comienzo de una carrera deportiva; sin embargo, se fue apagando porque no existían las condiciones imprescindibles para continuar esta práctica deportiva en nuestro país. Solo en La Habana, existían una veintena de sumistas. En Matanzas, Ciego de Ávila y Santiago de Cuba (donde aún se practica), también tenía cierto auge esta disciplina. Fue una gran experiencia de voluntad, técnica, rigor, disciplina táctica, control de la fuerza.

“Existen muchos mitos en cuanto a la dieta de los sumotoris. Considero que debemos utilizar todo lo que pueda aumentar el peso corporal. En Japón, tienen preferencia por el Chanko Nabe. El luchador no ingiere ningún alimento desde que se levanta hasta casi el mediodía, porque es fundamental aprovechar al máximo todas las calorías que se ingieren. Comer antes de realizar un duro ejercicio es considerado una pérdida de aprovechamiento de ese potencial calórico, recién ingerido. Después del entrenamiento matutino y el baño refrescante es que llega uno de los momentos más importantes en la vida diaria de un luchador de Sumo.

“Este es un deporte que puede retomarse. Ojalá vuelva a encontrar un lugar en nuestras disciplinas deportivas”.

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