Peripecias y tribulaciones no le han faltado, tanto a las tramas que dispensa, como a sus dinámicas productivas. Las Aventuras cubanas, uno de los macrogéneros de la televisión insular, corren el riesgo de convertirse en una instancia virtual, solo localizable en los imaginarios de quienes se aprestan a peinar canas o de aquellos que ya lo hacen desde hace mucho.
Catalogada en ocasiones como la "Cenicienta" del dramatizado en Cuba, dada la precariedad económica que a lo largo de la historia ha hecho mella en el espacio o su subvaloración sistemática por no pocos sectores de la crítica especializada, lo cierto es que el resurgimiento del género en nuestro país comienza a convertirse en una utopía, mucho más en los tiempos que corren, con la COVID-19 a la cabeza.
Atrás quedaron los años cuando nuestros padres o abuelos inspirados en tales creaciones garabateaban las paredes del cuarto con la marca de El Zorro, se disfrazaban de corsarios, mosqueteros o mambises para evocar sus hazañas o simplemente se atrincheraban frente a la pantalla chica, de lunes a viernes a las 7:30 p.m., para trasladarse a cualquier exótico o deslumbrante paraje.
Con sus luces y sombras, inherentes a toda obra humana, lo cierto es que el programa cubría un cúmulo de expectativas que ningún otro dramatizado del patio parece satisfacer.
Concordemos en que su sola existencia se derivó de la dinámica fundacional de nuestros medios de comunicación, los cuales emularon desde su arranque la segmentación genérica de la asentada literatura, ofreciendo opciones en sus parrillas donde se adaptaron, en esencia, clásicos del cuento, la novela, la comedia o justo esas aventuras ya célebres en el papel. Ocurrió durante el despegue de la radio y la televisión en todo el continente.
Por eso resultó tan fácil su debut en Cuba dentro del pionero Canal 4 Unión Radio Televisión hacia 1952, para desplazarse luego a CMQ Televisión, Canal 6, en horarios y frecuencias variables, que se mantuvieron durante las décadas posteriores hasta echar raíces en Tele Rebelde (luego pasarían al Educativo) instantes previos al Noticiero estelar.
Su presencia cumplía con demandas y estrategias de no poca trascendencia. Entretenimiento y ensanchamiento cultural, a partes iguales, también en función de ofrecer una alternativa loable a los enlatados, principalmente estadounidenses, que fueron copando la programación en los orígenes de la TV nacional. Todo en sintonía, asimismo, con el interés por consolidar dentro de la Isla un robusto emporio mediático, técnica y artísticamente a la altura de ese norteamericano que servía de referente durante el periodo.
Su pegada en la sensibilidad popular no debería tomarse por accidente. En sus albores nuestra televisión no marcó en demasía distancias entre un espacio y otro; no se marginaron ni subvaloraron franjas horarias o géneros (con el tiempo más severamente demarcados de la mano de expertos) por lo cual la voluntad por trascender estéticamente lo atravesó todo. A contrapelo de las bases de una vertiente literaria etiquetada usualmente como "menor", a las Aventuras televisivas y sus truculencias circunstanciales se entregaron con igual pasión actores, directores, escenógrafos... En ella sentaron cátedra, entre otros, figuras a la altura de Antonio Vázquez Gallo, Erich Kaupp, Eduardo Moya, Silvano Suárez, Eduardo Macías, junto a los pesos pesados del incipiente "star sistem" televisivo de entonces. Quizá allí radique la causa de esa ambivalencia de los resultados o de las miradas sobre ellos.
Para rematar, el velo que impone la distancia, aderezada por la nostalgia, tributa a la sublimación de tales historias, las cuales transportan sin desvíos a imágenes perdidas de nuestra niñez y juventud, al irrecuperable pasado. Con ello se tornan entrañables desde lo sublime hasta lo ridículo, tan fácilmente presentes en unos guiones por naturaleza proclives a ejercicios de traslación cultural no siempre felices, o apuntalados por una pirotecnia que con los años y las crisis económicas sucesivas mostraron soluciones cada vez más rudimentarias.
Las aventuras, más que ningún otro género, demandan presupuesto para dar en la diana. Su casi desaparición no resulta entonces fortuita.
(Continuará...)
Otras informaciones:
No sólo las Aventuras.se deben hacer más Novelas cubanas,aquí hay talento y son de más calidad que las Foráneas
Saludos Jesús. La producción de dramatizados con sello nacional representa una de las carencias más grandes de nuestra televisión. Coincidimos en que ocupan un espacio de preferencia dentro de la programación, más allá de sus resultados, por el solo hecho de reflejar nuestra realidad o nuestras percepciones. La Aventuras, seguro estamos que retomarán, dado su evidente impacto en el gusto y la sensibilidad de las audiencias. Feliz jornada.
Era el mejor espacio de mi niñez, jugábamos a los Mambises, hacíamos campamentos mambises, Decíamos ¡Viva Cuba libre! y nos batiamos entre cubanos y los supuestos españoles, Fuimos del comando de silencio, los vikingos, el zorro, el conde de montecristo y Enrique de la Gardere. Me dio cultura, me hizo leer, Me enseño a defender la Patria, creo q si le dedicamos el presupuesto a otro programas mediocres, como no vamos a darle el presupuesto q se merece a las Aventuras. Es invertir en el futuro ideológico, político, cultural, científico de los niños y jóvenes cubanos. No hay q hacerlo con el presupuesto de lucha contra bandidos, háganlo en estudios, con el mismo presupuesto del motor de arranque y se lo agradecerán más y sera más util
Gracias por sus comentarios. Como analizaré más adelante, la TVC parece entender a cabalidad la importancia de un espacio como este y es muy probable que siempre que haya posibilidad retorne. Solo que la falta de recursos, aun filmando dentro de un estudio, golpe a este género más que a ningún otro. Su calado en todos los cubanos es innegable. Saludos.