¿Serán los días y semanas en casa o la compulsiva necesidad de nuevos memes? No lo sé, pero la verdad es que El rostro de los días ha superado los estándares de aceptación y consumo popular.

Aunque para los expertos y espectadores más inquietos la necesidad de subtramas con mayor complejidad dramatúrgica, el abuso de recursos expresivos –como las imágenes y a veces la música– se pasen de predecibles y cursis, este es un nuevo comienzo para el melodrama en la Isla.

Muchas preguntas quedan colgadas ante el esperado final que ya desde el penúltimo capítulo vislumbramos a vivas voces (una excelente oportunidad perdida).

No debe ser tan complicado completar estrategias de programación donde no se repitan hasta el tedio los mismos elencos en las diversas propuestas. Aunque siempre habrá espacio para las parodias y memes, sería bueno reflexionar sobre aquello que esta vez causó burlas, no sea que estemos escasos de referentes frescos y atrevidos que entretengan e impacten con audacia la mente de las personas.

Aunque en su mayoría las temáticas tratadas son interesantes y las dejamos a un “mejor tarde que nunca”, es preciso buscar en las calles, entre las personas de verdad, aquellos conflictos que escapen lo obvio. Desde el tratamiento más natural de los diálogos hasta las peripecias de cada personaje secundario, es importante una construcción rica y profunda. No pretendo juzgar, pero sí establecer una conexión entre las necesidades de los televidentes y aquellos interesados en suplirlas.

En la actualidad las telenovelas y series se colocan como una de las principales mesas de diálogo social, exponiendo casi siempre desde lo lúdico nuestros problemas y formas de solución. Es un momento perfecto para que los creadores del patio abran su ingenio al cielo combinando risas, tristezas y mucha cubanía; sin los tabúes que nos han colonizado por años, El rostro de los días continúa un buen intento para lograrlo. Por ahora dejo a la fe y el talento de nuestros realizadores la maravilla de propuestas que alcen al género en su lugar merecido.