El día que mamá dijo que iría a la casa de los abuelos (de 8:00 a.m. hasta las 6:00 p.m.) uno de mis hermanos se opuso. Él cuidaba de ella, no era necesario. Solo di mi opinión. Déjala. Fue el período de su vida que tampoco yo olvido. En esa casa de abuelos había una trabajadora social que trataba a aquel grupo de ancianos como si cada uno y en colectivo fueran sus propios padres.

Había actividades culturales, con artistas de la Casa de cultura de Arroyo Naranjo, entidad del municipio donde está enclavado el citado lugar. La unidad de la PNR cercana a la casa de abuelos los invitaba a sus actividades. Incluso Manolito Simonet, vecino de los abuelos, también le hacía fiestas en la calle del frente.

Detrás de todo estaba una de las 14 mil trabajadoras sociales que hoy celebran su día. Hubo recorridos por el zoológico nacional, Escaleras de Jaruco, entre otras.

En una ocasión le dije preocupada a la trabajadora social que si podría acompañar a mamá a un paseo y dijo que no, porque ella caminaba muy bien. Visitas de médico al centro, juegos de mesa, salón para tejer, pelados, quiropedista eran algo común.

Si alguien enfermaba llegaría hasta su casa su alimentación. Un día mamá enfermó y tuvo que dejar "su casa de abuelos" y las amigas que allí quedaron preguntaban por ella y algunas fueron a casa. Hoy sólo doy las gracias a la trabadora social.

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