Lo alcé y coloqué encima del muro. Una mujer, entre la multitud, le puso en una mano una banderita para que la alzara en señal de saludo. Tenía cinco años. Pretendía que en su adultez recordara el día que desde el malecón habanero presenció, la entrada a la rada capitalina, de un barco procedente de Angola: traía combatientes internacionalistas que lucharon por la liberación de esa nación, de Namibia y contribuyeron a la eliminación del apartheid en Sudáfrica.

Es diciembre y hace 35 años del homenaje de un pueblo que recibió a sus hijos caídos en tierras africanas: la “Operación tributo” siempre en presente; su nombre convoca en la memoria mis reportes desde el aeropuerto, ubicado en el Reparto Wajay –en el municipio de Boyeros- durante las llegadas de combatientes, pude ver lágrimas, apretones de manos, abrazos con quienes los recibían en nombre del Gobierno Cubano y pensé que, entre mis vecinos, conozco a varios combatientes internacionalistas. Llamé al Comité de Defensa de la Revolución (CDR) y aquí comparto el testimonio de uno de esos hombres.

Ronaldo Hernández Martínez es reconocido por su entereza. Guarda en su hogar las medallas de combatiente de aquella misión internacionalista. Evoca su presencia en el centro y el sur de Angola, en la ciudad de Huambo, donde fuera designado a la compañía número tres de tanques T-34; a partir de entonces sería un tirador de proa.
Calmado, educado, trabajador del taller ferroviario de Luyanó, hurga en su memoria. De pronto sonríe y rememora que “nunca había tocado un martillo neumático” y tuvieron que hacer el albergue soterrado en una tierra lejana, en medio de una guerra.
Formó parte de la caravana “Che Guevara” –reconocida por el valor de aquellos hombres que realizan largas marchas en medio de jornadas de tensión y peligros para garantizar el avituallamiento de parte de la logística necesaria en las tropas: víveres y armamentos, entre otros. “Había que andar ligeros por la presencia de posibles minas que colocaban las bandas de la Unita, las emboscadas... Vi morir a uno de mis compañeros. Fue terrible. Conocí de tres combatientes que fallecieron en los dos años de cooperación internacionalista en Angola. Nuestra misión resultaba importante para las tropas, nuestra vida y la de los compañeros.
La voz adquiere un tono matizado por el dolor que regresa en las imágenes que describe al conocer la desigualdad en la población de lugares a los cuales llegó en la caravana. “Las mujeres eran quienes trabajaban para garantizar la alimentación del hogar, del cuidado de los hijos; por supuesto, también conocí el miedo.
Las palabras parecen detenerse como si un resorte interior. Reflexiona para responder el significado que tiene ser un combatiente internacionalista cuando era muy joven… “Regresé diferente. Mi estancia en la retaguardia de la guerra por la liberación de Angola me convirtió en tanquista, reponer las municiones para el cañón, artillero, conducir esa poderosa máquina…
“¿El miedo?”, responde con su testimonio del primer tiroteo. Los ojos se le agrandan, no era necesario comentar lo escuchado en otros testimonios de hombres y mujeres que regresaron de una misión militar: “el miedo es una reacción natural ante lo desconocido; un instinto de preservar la integridad física; pero en la guerra, o en condiciones excepcionales, debe ser controlado e impedir que se convierta en pánico, porque entonces se pierde todo, incluso la vida...”.

Dejo para el final dos interrogantes; pero solo una es respondida: ¿Y la operación tributo? Ronaldo cambia el rostro y dice: “¡Tremendo!, muy triste, de Angola solo trajimos a nuestros mártires y la dignidad de haber formado parte de una misión solidaria, la misión internacionalista cumplida. Cuando estuve en ese homenaje, pensé yo pude ser uno de ellos…” Mas la historia de estos hombres y mujeres fortalece el referente de haber contribuido con el aporte más importante que pueda guardar una nación que anda como decía nuestro José Martí: “…de hermana por el mundo, no de pedigüeña”.

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