Desfilaré desde mi corazón, pleno de sentimientos por el significado de esta fecha, este Primero de mayo. Esta vez no seré de las primeras en llegar al punto de concentración porque no puedo permanecer mucho tiempo de pie, tampoco formaré parte del bloque del ICRT... Estaré sentada frente al televisor y con mis manos, pulsaré sobre el teclado, con mis manos, el orgullo que me desborda el pecho al verme representada en cada una de las mujeres, de varias generaciones, que marcharán por las principales avenidas de la capital hasta el punto de concentración, en un haz de luz y firmeza, independientemente de las profesiones u oficio. Todas contamos con las mismas posibilidades, sin distinción de credos porque somos las mujeres cubanas mayoría en diversas ramas de la economía de este país, con el mismo derecho de ocupar una plaza acorde a nuestros desempeños, una batalla ganada contra la incomprensión, la exclusión, los prejuicios, el machismo y años de lastre de una seudorepública en la cual no pasábamos de “objetos, útiles para el hogar y las tareas domésticas”.

Recuerdo, en mis tiempos de juventud como periodista, que ante algún evento meteorológico los hombres –nuestros compañeros- pedían ir ellos con el objetivo de no exponernos a posibles peligros; pero eso no exoneró a ninguna de mis colegas, el compromiso de reportar, incluso desde un helicóptero, las zonas azotadas por un huracán.

Nunca he sentido la subestimación por ser mujer. Actualmente trabajo en dos centros, soy analista de programas, de un canal de televisión y por vez primera, me dirige un hombre al que le llevo 23 años. Él se levanta de su sillón cuando llego a la oficina, me trata de Usted y confieso que me encanta saber que hablamos el mismo lenguaje de la televisión. Somos dos compañeros hablando de trabajo. Incluso en una ocasión que le señalaba a un asesor los errores de sonido de un programa, mi jefe permaneció en silencio y al final cuando el compañero  confesó que él desconocía lo que le marcaba, el jefe dijo: “Ella tiene la razón”, solo días después supe que es graduado de la especialidad de sonido.  

Este Primero de mayo estaré frente al televisor y podré también desfilar al observar todos los derechos que he defendido y disfrutado. Mientras escribo, para este periódico, Tribuna de La Habana, pienso en las preocupaciones de mi otro jefe, que no es tan joven y -aunque pudiera arrastrar alguna reminiscencia por la edad, lo cual no ha sucedido-, sentiré su presencia de todo lo que antes de la celebración del Día de los Trabajadores, revisamos y al contrario revisa, discutimos cuando él, como editor jefe, ha propuesto en la línea editorial que acompañará desde la edición digital cada detalle de la celebración, con la precisión editorial que lleva cada palabra, cada imagen, en medio de un escenario permeado por los ataques mediáticos contra nuestro país.

Estaré satisfecha de mis logros como trabajadora de la prensa, donde las mujeres somos mayoría. Porque aquí, en mi país, hombres y mujeres trabajadores ostentamos los mismos derechos laborales y -por supuesto- también podemos señalar algún desafío que nos permita continuar la senda propia construyendo un futuro para nuestra Patria, con nuestras mano y corazón.

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