La idea de morir por la Patria, estar dispuesto a un canje con el destino para dejar de respirar porque nuestra nación mantenga virgen su dignidad y florezca en cada primavera, no es un acto temerario y romántico, es un deber de los hombres para garantizar la calidad de la raza humana. Lo sabían todos los libertadores del mundo, nuestros fieros mambises, y aquellos barbudos irreverentes que destruyeron tiranías.

“Patria o Muerte” no es una frase vacía, es el grito perpetuado de los hijos que están dispuestos a entregar su existencia misma –sin ninguna garantía de vidas futuraspara que el aliento de esa mujer sagrada no se apague. Claro que no somos suicidas, ni andamos buscando la muerte debajo de cada piedra como poetas locos. Amamos la vida porque es el mayor regalo, el valor de lo que estamos dispuestos a dar por ella, porque no hay vida sin Patria ni ser humano completo si no está dispuesto a defenderla.

Eso no lo saben los que se arrastran y se sirven de ella para encontrar “tesoros”, los que creen que los principios son los comienzos de algo, esos que se arrodillan con facilidad, los que venden su alma al diablo, y los que viven en un limbo oscuro sin honor ni identidad. No lo pueden saber los parásitos, oportunistas asalariados, los cobardes, los débiles de espíritu, los inmorales que observan de lejos y con envidia la trinchera opuesta donde los mortales le ponen el pecho a las balas.

Gritamos “Patria o Muerte” no solo por el respeto a la historia y a los héroes que la fundaron, es un llamado a la vergüenza y al decoro, un acto de limpieza para el alma, una forma de mantener fértil esta tierra única y nuestra, una garantía para la victoria final.

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