Mi orgullo de cubano creció alimentado por las hazañas del Titán de Bronce. Tan solo la Protesta de Baraguá habría sido suficiente; sin embargo, otras muchas páginas relucen en la vida de quien, en solo cinco lustros, ganó el respeto y la admiración -absolutos-, de sus contemporáneos (incluidos enemigos) y un espacio reservado por la memoria histórica para los inmortales.

Antonio Maceo Grajales nos salvó de la deshonra y elevó a categoría de estandarte el carácter irreconciliable entre Cuba y quienes pretendan escamotear su independencia. Al rechazar el Pacto del Zanjón, dejó claro que no habrá claudicación, ni pactos deshonrosos cuando se trate de cubanos. A punta de machete multiplicó su eco aquel que llegó desconocido a la manigua y con los peores atributos para entonces: piel oscura y estrechos los bolsillos, pese a lo cual, a fuerza de arrojo y méritos sobrados, alcanzó el más alto grado en la jerarquía militar.

De su genio y su bravura dicen los combates de Cacarajica, Mal Tiempo, Saladillo, Ti Arriba, La Matilde, Melones, Cascorro, Sabanilla, La Redonda…, pero nada comparable a la Invasión hacia Occidente, junto a Máximo Gómez y evaluada por los especialistas como el hecho militar más audaz de esa centuria.

En Maceo, la personalidad política emparejó con la militar, logró aglutinar a los patriotas cuando todo parecía perdido, avizoró el peligro imperialista: De España jamás esperé nada… Tampoco espero nada de los americanos…; mejor es subir o caer sin ayuda, que contraer deudas de gratitud con un vecino tan poderoso.

El recio guerrero tenía un valor sin límites. Y aunque coqueteó montones de veces con la muerte, perdió uno sola, apenas una escaramuza el 7 de diciembre de 1896, en la finca San pedro, en Punta Brava, aquí en el occidente de la Isla.

¡¿Había muerto un inmortal?! No nace un Titán para el reposo. Se mantuvo vivo en Francisco (Panchito) Gómez Toro, su ahijado y ayudante, que al preguntarle hacia dónde dirigía sus pasos, la última vez que le vieron vivo, respondió: A morir junto a mi general, para luego privarse la existencia ante la imposibilidad de rescatar el cadáver del admirado jefe.

Maceo es símbolo y paradigma para esta Isla indómita. No por gusto, una organización como la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubanas (ACRC), llamada a defender la Patria desde cualquier ámbito y escenario e integrada por sus mejores hijos, nació el 7 de diciembre de 1993, al cumplirse el aniversario 97 de su desaparición física y celebra ya sus 26 años.

Fue un acierto de Fidel, sin lugar a dudas, como también lo fue escoger ese mismo día, pero de 1989, para regresar a la Patria los restos de quienes perdieron la vida en defensa de los más sagrados valores, en misiones internacionalistas militares en tierras africanas: la Operación Tributo, un gesto sublime que cada año, ya 30, vuelca a toda Cuba hacia los camposantos de todos los municipios del país, para poner flores, reverenciar y revistar la tropa de ese ejército de mártires que no están muertos, ni olvidados.