Tenía prohibido jugar en el fondo del gran patio que tenía la casa. El lugar preferido para las travesuras colindaba con un bajareque que tenían los vecinos y de la noche a la mañana surgió la negación.
Años después, adulta pregunté y la respuesta fue ahí estaban escondidos dos rebeldes y si tú escuchabas alguna conversación, con lo curiosa que eres, seguro hubiera cruzado la cerca para ver. Todos los vecinos de Cañada Seca, aquel lugar en medio del campo, sin hablar se comunicaban Los recuerdos de la niñez raras veces se olvidan.
Los vecinos Orlando y Modesto Muñoa se habían alzado para la Sierra, y en el caso específico del lugar donde vivíamos le correspondía el Segundo Frente Oriental Frank País. En casa todos hablaban en voz baja y miraban por las ventanas antes de conversar.
Desde mis siete años era un gran misterio. En las noches el portal se vestía de verde, de jóvenes con barbas, pelo largo, collares de semillas de santa juanas. Un brazalete rojinegro en un brazo M-26-J, los identificaba como miembros del Ejército Rebelde. Tomaban agua, conversaban. Mamá desaparecía y luego vigilándola descubrí que iba a enterarse de las noticias por Radio Rebelde. Un día dejó que la acompañara y escuché la inigualable voz de Violeta Casal. “Aquí RadioRebelde, desde el corazón de la Sierra Maestra…”
Un día avisaron que el criminal Sosa Blanco, en Holguín había planificado un recorrido por los campos, y realmente la tierra tembló del susto. Mi tío miembro del movimiento y papá colaborador con los rebeldes. La única escapatoria era dormir en un cañaveral. Cualquier foco de carro ponía el corazón en la boca. Pero Sosa Blanco no se atrevió.
Realmente agradezco a mamá la confianza que me tuvo, dejó que viera a los rebeldes que iban a casa, que viera a los vecinos apiñarse al lado de un pequeño radio que les iba ampliando el horizonte. Todos reflejaron alegría cuando tomaron a Cueto el poblado más cercano a nuestro caserío, que no fue batalla fácil.
Cada generación de cubanos tiene su 26. Los que lucharon, los que colaboraron, los que lo conocieron por libros o protagonistas. Mi 26 es rojinegro, rebelde, de santa juanas, de jóvenes con barbas. Y por supuesto en la escuela conocí del Moncada. Todo cubano tiene un 26 por dentro, íntimo, suyo, que sumado sin bulla nos mantiene unidos.