Incontables son las historias de quienes, desde el anonimato del cotidiano hacer, se transforman en héroes de estos tiempos, y de aquellos que, dadas las circunstancias actuales, asumen diversos roles en la lucha contra la COVID-19. Son personas que, sin haberle perdido el miedo a enfermarse, se enfrentan día tras día, a la muerte.
En visita realizada al Centro de Aislamiento de Los Laureles, en el municipio de Cotorro, conocimos a Lisandra Rodríguez Miranda, trabajadora del sector de Educación. Al conversar con ella nos dimos cuenta que, si permanecer en ese centro durante 14 días, con los riesgos de contraer la COVID-19, es duro, la satisfacción de saber que con su accionar contribuye a evitar que la pandemia se extienda, compensa con creces los días alejados de la familia.

Mujer de pocas palabras, pero mucha acción, mientras trabajaba nos comentó que son dos las encargadas de lavar la ropa de los pacientes, la de la tripulación (entiéndase el personal que permanece laborando en el centro durante 14 días ininterrumpidos), y la de los positivos. Sobre esta última ropa, refiere, “tenemos que dejarla durante 24 horas desinfectando para poder lavarla al otro día”.
Para Lisandra, maestra de la Escuela Cuba-Brasil y madre de una niña de 9 años, que por estos días permanece al cuidado de su abuela, este periodo en Los Laureles es un orgullo indescriptible, de esos que hacen brotar lágrimas y entrecortar el habla, pues “los educadores estamos dando un paso al frente en esta situación tan complicada que tiene la Revolución, y donde quiera que ella nos llame, allí estaremos”. Quienes quedaron en la casa, asegura, entienden la necesidad de esta labor y la comunicación entre ellas es diaria.
Allí pudimos conocer a Yamicel Matos García, quien se desempeñaba al frente de esa tripulación. A ella también se le hace difícil estar alejada de su familia. “Tengo un abuelito que lo dejé en la casa muy preocupado, pero él sabe que tengo que estar aquí porque el pueblo lo necesita, y eso es primordial”.

Pantristas
Olga Lidia Izquierdo lleva 34 años trabajando como pantrista en el Hospital Ginecobstétrico Ramón González Coro, su forma de tratar a pacientes y acompañantes le hacen ganarse el afecto de quienes le conocen. Para algunos, es una persona fuera de serie, aunque ella no se considere como tal. Sin embargo, de qué otra forma se podría llamar a quien, en estos tiempos de pandemia, entrega siempre amor y buen trato a cada uno de los pacientes que atiende.
Incontables serían los rostros que durante tantos años Olga Lidia ha visto, las historias que ha conocido, los desafíos enfrentados. Tal vez por ello, se le ve andar tan serena por las salas, repartiendo los alimentos a los hospitalizados, eso sí, cumpliendo de forma estricta con las medidas higiénico-sanitarias que esta pandemia impone.
De gustos un tanto “raros”, a ella no le llaman la atención ni las fiestas, ni la playa, a la cual confiesa le tiene respeto; sin embargo le gusta lavar y fregar, aunque no cocinar. Lidia Izquierdo dice que los problemas se quedan en casa, quizás esa sea la razón de ese buen carácter que siempre le acompaña. Esa, y esos ídolos de multitudes que disfruta escuchar, y que responden, entre otros, a los nombres de Álvaro Torres, Marco Antonio Solís y Ana Gabriel.
Ella, como otras tantas pantristas a lo largo y ancho del país, como los auxiliares de limpieza de Salud Pública, o como el resto del personal de servicio, que día a día acuden a trabajar en una instalación médica, en un centro de aislamiento, o en una instalación científica, son parte de ese inmenso ejército de héroes anónimos con que hoy contamos los cubanos.
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Que Bueno este trabajo, pues en los medios solo se habla de los medicos... El resto de los trabajadores tambien merecen ser reconocidos. Vivan esos trabajadores.