En la base de la escalinata puedimos reconocer los rostros de varias generaciones. Raúl, Ramiro, Machado, Esteban Lazo y Díaz-Canel. Detrás, decenas de jóvenes universitarios. A lo largo del camino hacia la fragua martiana, la historia dejó una profunda huella en el sentimiento de la convocatoria martiana, para marchar y rendir tributo, allí, donde José Martí, comenzó el calvario de una vida entregada a su Patria, atenazado desde la cintura a uno de sus pies, aquel 4 de marzo de 1870, por el grillete de hierro del cual tomó un fragmento para llevarlo a su anular con el nombre de Cuba.

“Ahora que tengo mi sortija de hierro, obras férreas he de hacer”, había escrito, cuando inició su camino del exilio, posteriormente desde la organización de la guerra necesaria hasta su caída en Dos Ríos, su ejemplo es inspiración de la voluntad de resistencia de todo un pueblo. Porque nada le resultó ajeno en cuanto a los destinos de su Patria. En el año del Centenario del Apóstol se fraguó en la Universidad de La Habana, el destino definitivo de Cuba en su larga lucha por la soberanía e independencia.

Foto: Jorge Luis Sánchez Rivera

El gestor de los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes había prometido no dejar morir a José Martí en el año cien de su nacimiento (1953), y lo señalaba como el autor intelectual de aquella gesta heroica que convirtió, años después, a Santiago de Cuba en la Ciudad Héroe de la República, precisamente en el oriente de Cuba, en la sagrada tierra, reposan los restos mortales del Maestro que nació en la calle Paula, de La Habana.

“No se puede dejar a un lado la historia, nuestra historia” argumentaba en la mañana de este 27 de enero, Esteban Lazo Hernández, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en un momento de reflexiones posterior a la sección de trabajo con un grupo de diputados que debatían cuestiones relacionadas sobre el Proyecto de Ley de Comunicación social.

Entonces evocó a Fidel. Y busqué aquellas palabras del Comandante en Jefe la noche del 27 de enero de 1960, en la Plaza de la Revolución José Martí, en las cuales perfila la razón del más universal de todos los cubanos, para entender el por qué debemos mantener viva nuestra historia plena de epopeyas de las cuales debemos estar orgullosos como pueblo. Expresaba Fidel:

“Toda la vida de aquel hombre extraordinario que cayó en Dos Ríos después de dedicar su pensamiento y su energía, casi desde niño, a la causa de la libertad de su patria; toda una vida, no solo de aquella generación, sino de varias generaciones; 107 años de sacrificio de nuestro pueblo, porque la importancia de aquella fecha es que de nuestro pueblo surgió aquel hombre que habría algún día de señalar con claridad meridiana el camino a seguir. Junto con él lucharon los cubanos de su generación y las generaciones que vinieron después; 107 años de lucha se dice muy fácilmente, pero 107 años son largos años y lo que se inició a mediados del pasado siglo empieza, recién ahora, a culminar y aún puede decirse que estamos empezando”.

Desde entonces debemos preguntarnos aquellas interrogantes que subrayaba Fidel para entender quiénes somos y porque esta simbólica marcha nos dignifica frente a los continuos desafíos que implica defender la unidad como fuerza garante de la inteligencia de un pueblo dispuesto a continuar su marcha y construir su propia historia. Decía Fidel:

“(…) ¿Por qué tenemos fe? ¿Por qué tenemos confianza? Tenemos confianza porque (…) los cubanos valientes, y los cubanos virtuosos, los cubanos generosos, los cubanos entusiastas, son, constituyen, abrumadora mayoría sobre los cubanos egoístas o cobardes, o sietemesinos, como llamaba Martí a los hombres que no tenían fe en su pueblo. Por eso, porque contamos con un pueblo semejante, en que hay una proporción de virtud tan extraordinariamente mayoritaria, es por lo que creo que esta generación aprovechará la oportunidad que le brinda el destino de la nación para culminar en la victoria definitiva.

“Y es que la virtud ha crecido en nuestro pueblo, porque si estudiáramos el pasado, nos encontraríamos que los hombres que encendieron la chispa de la libertad, los hombres que encendieron la llama del patriotismo, eran entonces una exigua minoría; los pioneros de nuestra patria fueron minoría y durante un tiempo considerable los hombres verdaderamente patriotas fueron minoría. (…) gracias a que el pensamiento y la luz, a la larga, se imponen; gracias a que la verdad siempre, más tarde o más temprano, la verdad que se escribe con sangre de pueblo, triunfa”.

El 15 de abril de 1895, José Martí fue ascendido en la manigua al grado de Mayor General del Ejército Libertador. Aquel día escribió en su Diario de Campaña: “Gómez, al pie del monte, en la vereda sombreada de plátanos, con la cañada abajo, me dice, bello y enternecido, que aparte de reconocer en mí al Delegado, el Ejército Libertador, por él su Jefe, electo en consejo de jefes, me nombra Mayor General...”.

Ver además:

Martí, el cubano más universal de todos los tiempos