Dos días después de haber ocurrido el trágico accidente en el capitalino Hotel Saratoga, en La Habana Vieja, el cual ha implicado dolorosas muertes y lesiones para el alma de la ciudad, los ánimos siguen grises y, más que grises, aturdidos, preocupados.
Así se ven las casi 70 personas que vivían en edificios aledaños al Saratoga, los cuales sufrieron significativos daños constructivos, y que actualmente radican en el Aparthotel Las Brisas, del complejo Villa Panamericana de Isla Azul.
Comenzó el Día de las Madres, fecha que siempre ha implicado fiesta y celebración, pero allá en la instalación no se escucha música, apenas si hay sonrisas.
La vida les ha sonreído una vez más, y se sienten felices al poder despertar en este mundo, mas las víctimas cercanas, la solidaridad con otros familiares de fallecidos, el miedo aún palpable han hecho que este sea una jornada de sentimientos encontrados.
La evacuación de estos 22 núcleos familiares, de 68 personas en total, se llevó a cabo el mismo día del suceso, con la ayuda de un grupo multidisciplinario del Gobierno y el Partido de la ciudad que han atendido las necesidades de los damnificados.
Según declaró, Luis Carlos Góngora, coordinador del Gobierno de La Habana, cada familia ha ocupado un apartamento distinto, de dos o tres cuartos en dependencia de la composición del núcleo familiar; y las autoridades se encargan de la alimentación, con comidas elaboradas, panes, líquidos y otras providencias, hasta que estén creadas todas las condiciones para que estos lugares funcionen como hogares corrientes.
“Es muy importante conocer la situación de cada afectado y cómo podemos ayudarle, con mucha sensibilidad porque algunos han perdido a seres queridos”, expresó Góngora, quien agregó que a cada familia se le entregará la cuota normada de la libreta de abastecimiento y se concedió un módulo para cocinar de inducción y aseo.
Asimismo, se habilitan libretas de abastecimientos en una bodega cercana para ellos y capacidades en escuelas para los infantes. Se les ha dado reservas de agua por las características de la zona, utilizan el servicio médico permanente de Las Brisas y se ha realizado una dispensarización atendiendo a los padecimientos de esta población donde hay diabéticos y otras enfermedades.
Estos ciudadanos –vecinos de los edificios Prado 609, Prado 617, Zulueta 512 y Zulueta 508- permanecerán en la mencionada instalación hasta que sus casas sean reparadas y puedan volver sin poner en peligro sus vidas, al tiempo que esta reportera pudo constatar que se les permite el acceso a sus familiares que quieran visitarlos, llevarles pertenencias y otros insumos médicos y comestibles.
En este sentido, los trabajadores del complejo explicaron que puede fluir sin ningún problema la convivencia de los afectados y los huéspedes; cualquier familiar puede llegarse a la instalación, en la cual hay listados de los afectados, control del número del apartamento en que se encuentran y, lo más importante, mucha comprensión y ganas de ayudar por parte de todos.
Dentro de esta población se encuentran nueve niños y los restantes núcleos o individuos que no están allí se han auto evacuado en casas de familiares y amigos.

Vivencias que conmueven
“Estaba en la casa; eran las 11:05 u 11.08. Lo sé porque íbamos casi a salir. Cuando sentí un estruendo y empecé a gritar. Se llenó todo de humo y no se veía nada”, comenta Sila Suárez, habitante de Zulueta 508, y miembro de un núcleo familiar conformado por ella, su madre y su niña; todas a salvo en Las Brisas.
Sila también confesó que vio cómo su hogar se agrietaba de manera impactante, el miedo conllevó a que se hiciera sus necesidades al instante de la explosión y que solo pensaba en su hija, de 11 años, que estaba dando clases en la escuela de al lado.
Su progenitora, Yaima Castro, con siete décadas de edad dice que el momento fue indescriptible (no encuentra adjetivos aun cuando sus ojos tanto han visto); mientras la menor no habla. Y ella es quien más preocupa a la familia pues posee un enfisema pulmonar, que evalúan para conocer si no ha hecho ninguna reacción con tanto polvo respirado y, tras los sucesos, tiene tanto temor que no la han podido dejar nunca más sola en algún espacio, no puede ni dormir sola.
Ellas pudieron recuperar algunos objetos como ropas, la que pudo sobrevivir, pero en ese subir y bajar la vida se les iba por la garganta; vivían en la azotea y lamentan la pérdida de su delegado: “amigo de la casa que en ese momento entraba a su hogar. Era preocupado y ocupado, como funcionario y como persona.
Cuando no lo vimos enseguida los vecinos lo comenzamos a llamar, porque él no se hubiera perdido de algo como eso. Hubiera estado ahí para ayudar.
“El móvil daba apagado, daba timbre, supongo que por el hueco donde estaba. Ya encontraron su cuerpo”, explica Sila.
Hoy no tienen casi nada, como todos los sobrevivientes que vivían colindantes al Saratoga. Tienen vida y eso los hace seguir. Pero además tienen inquietud, desvelo (muchos de ellos confiesan que no han podido dormir apenas), confusión, por la vivido y por lo que vivirán, lo que también hay que manifestar en este texto porque cuando pase el luto y las noticias informativas, Cuba y su gente no se pueden olvidar de ellos.
¡Baja Carlos, baja!

Con entusiasmo, Vilma Pérez, vecina de Zulueta 512, asegura que este mes cumplirá 84 años y que, aunque la vida no la ha llevado bien pues ya ha perdido varios hijos por diferentes razones, cuando su descendencia femenina, que no vive con ella, fue al lugar llorando para constatar cómo estaba, le dijo “se ha perdido mucho, pero estamos vivos”.
En el patio, a punto de hacer una mayonesa la sorprendió el suceso. “Se fue la luz y entró una ventolera, con mucha arenilla, con piedras qué se yo. Y lo que me dio fue por gritarle a mi hijo que estaba en el piso de arriba: ¡Baja Carlos, baja! Aunque sé que le falta una pierna. Después sentí la bulla en la calle”.
Vilma estaba muy nerviosa, empezó a llorar y cuando se enteró de los cadáveres en los escombros supo que aquella situación de película era algo real.
“Mi casa estaba afectada antes de esa situación y después todo lo que vi fueron rajaduras en la cocina, en la sala… (…) No sé si van a demoler y hacer nuevo, o reparar y aún quedan muchas cosas por sacar de la casa porque, imagínate, son muchas cosas, muchos recuerdos. Lo que sí agradezco mucho a las autoridades por la atención”.
Y esa atención no ha dejado de manifestarse en cada detalle, en los trabajadores que llegan y preparan todo antes de que los damnificados se levanten para desayunar, en los directores de las instituciones que, este Día de las Madres, entre sus primeras acciones estuvo visitar la instalación y constatar cómo se encuentran, en los funcionarios que no han dejado de coordinar y velar porque estas familias tengan días de calma después de la tempestad vivida.
Ver además:
La Habana: Ofrecen parte médico de pacientes pediátricos lesionados en accidente del Hotel Saratoga
Gracias por estos testimonios
Estan vivos. Es todo lo que importa. Lo demás sale sobrando. Bien aventurados que salieron con vida de esta desgracia.