La preparación de la invasión mercenaria por Playa Girón, incluía todo un programa de intervención norteamericana para, en cuestión de horas, tomar una cabeza de playa en la provincia de Matanzas, después de la sincronización de los bombardeos a los aeropuertos de San Antonio de los Baños, Ciudad Libertad y Santiago de Cuba.
Según informaciones del G2 cubano, el desembarco podría incluir otros puntos costeros y se decidió colocar escuadras de milicianos para la exploración en determinadas zonas al sur del actual territorio de Artemisa con fácil acceso a la capital entre ellas la playa de Cajío, de Güira de Melena, con límites al norte de la cabecera municipal, al sur con el Golfo de Batabanó, al este con el municipio de Quivicán y al oeste con el municipio de Alquízar.
Aquellas escuadras de milicianos tenían el objetivo de mantener el control de la movilidad e influencia de los máximos representantes de algunas iglesias sobre los residentes de estas localidades, en cuyas viviendas encontraron un verdadero arsenal de propaganda enemiga y dinero.
Así lo recuerda Armando Manresa González, el miliciano del Bon 21 (creado en el antiguo Central Toledo, Manuel Martínez Prieto, de Marianao), bajo el mando del capitán Aldo Margolles. “Nos dieron aquella orden de la cual no se ha publicado mucho, en cuanto al apoyo que darían a la Operación Mangosta, estos religiosos reclutados por oficiales de la CIA".
Manuel no estuvo bajo el impacto de los bombardeos, ni la marca en la memoria de las terribles huellas causadas por la metralla viviendas de campesinos, centros de producción y el napalm sembrando la muerte en Girón y Playa Larga; pero sí el de las tensiones propias de la guerra cuando no es visible el lugar donde puede ocultarse el enemigo y la activación de posibles focos de apoyo a los mercenarios para garantizar, en estas localidades, la asunción del presidente que asumiría el control de la nación después de concretarse la nueva intervención del ejército de los Estados Unidos.
“Tenía apenas 16 años. Nunca he podido dejar de sentir la emoción del momento en que el Comandante en Jefe, Fidel, declaraba la derrota y la victoria de nuestros compañeros con aquella frase ¡Patria o Muerte¡ ¡Venceremos! Siempre tendré un pensamiento para quienes no pudieron vivir ese momento y el privilegio de poder evocar ese histórico escenario de 23 y 12, la continuidad de la independencia y soberanía de Cuba, sesenta años después.
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