Seis décadas atrás, el 16 de abril de 1961, en la hoy histórica esquina de 23 y 12 en el Vedado, Fidel señalaba al mundo el rumbo de Cuba, cuando ante la multitud allí reunida proclamó el carácter socialista de la Revolución.

Foto: Archivo de Juventud Rebelde

La trascendental declaración acontecería previo al entierro de las víctimas de los bombardeos ocurridos el día anterior cuando aviones camuflados con insignias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias atacaron, al amanecer y a la misma hora, los aeropuertos de Ciudad Libertad, en La Habana y el de Santiago de Cuba, además de la base aérea de San Antonio de los Baños, al sureste de la capital.

Tales acciones aceleraron el proceso que se fraguaba dentro de la Revolución que desde su mismo triunfo impulsó leyes en beneficio del pueblo, las cuales, al decir del propio Fidel años después,… eran las leyes y las medidas proclamadas en esencia en el Moncada, y ya el Moncada contenía el germen, creaba las condiciones en su programa para una revolución socialista.

Toda suerte de agresiones y sabotajes, como el artero bombardeo, ha estado enfrentando la Revolución cubana desde su comienzo mismo, impulsados y costeados desde los Estados Unidos pues como afirmara en aquella ocasión el Líder Histórico de la Revolución “lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba”. “Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propias narices de Estados Unidos!”.

Los cubanos allí reunidos ese día y con sus fusiles en alto sellaron el apoyo a las palabras de Fidel cuando expresara que …esta es la revolución socialista y democrática de los humildes, con los humildes y para los humildes, y por esta Revolución estamos dispuestos a dar la vida.

Al día siguiente, una invasión mercenaria por Playa Girón, al sur de la provincia de Matanzas, encontró a un pueblo decidido a no dejarse arrebatar las conquistas que tantas vidas había costado, y en menos de 72 horas propinó al Imperio la primera gran derrota sufrida en América Latina.

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