A media mañana comienzan a llegar los ómnibus Yutong, modelo utilizado para el transporte público interprovincial (climatización incluida), y poco a poco, el ajetreo cobra nivel en el Centro de preparación básica para los nuevos soldados, de la Región Militar La Habana.

Los vehículos hacen viaje desde todos los municipios de la provincia. Trasladan –en pequeños grupos– jóvenes llamados a cumplir el Servicio Militar Activo. Tienen entre 18 y 20 años de edad y vencieron el bachillerato. Ahora, ya con carreras universitarias otorgadas, abrigan el propósito de continuar los estudios de nivel superior, al dejar atrás, más o menos, un año de vida y preparación como soldados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). De ahí, el apelativo con el cual les denominan: Diferidos.

El campamento, ubicado al oeste de la capital, abre puertas a quienes, a partir de mañana lunes, durante jornadas de preparación y entrenamientos intensos, se convertirán en los nuevos soldados que irán a las unidades a ganar mayor destreza en el manejo de los “hierros” y el dominio del arte militar contemporáneo.

A ellos, oficiales y trabajadores civiles del centro le extienden los brazos, pero cierran muy bien el acceso a la COVID-19. Ahora, a los habituales procedimientos y régimen de vida de siempre, le han incorporado protocolos sanitarios inviolables y rigurosos. Y comienzan desde el mismo instante del recibimiento.

Hacer bien las cosas

La primera bienvenida tiene lugar en la explanada exterior de la instalación. Y como lo primero es lo primero, descender y proceder a la desinfección de las manos es casi una misma cosa.

Nadie entra a los predios del recinto si antes no fue sometido al pesquisado individual activo”, afirma la teniente doctora Lianelis Mayo Pupo, jefa del Puesto Médico, bajo cuya supervisión transcurre la entrevista para descartar la presencia de síntomas catarrales o cualquier otro padecimiento infeccioso.

Y solo después de practicar la desinfección del calzado y repetir la de las manos, los reclutados hacen su entrada a la unidad, donde, sin que medie ninguna otra cosa, le hacen el PCR, que corre a cargo de los mejores especialistas de las instituciones hospitalarias militares, quienes regresan con la información de los resultados tan solo 24 horas después.

Mientras tanto, a la espera, los muchachos son organizados en pequeños grupos, que no superan los diez, porque “buscamos reducir al mínimo el número de posibles contactos, en caso de que apareciera algún positivo”, explica la licenciada Mariela García Zayas, una enfermera con 33 años de experiencia, de los cuales 20 han transcurrido en las FAR.

Mientras tanto, y en lo adelante, no habrá pases ni visitas, hasta que la pandemia no vuelva a dar un respiro, ni siquiera cuando concluya el concentrado como es costumbre. Serán días y días de pasos podálicos a la entrada de cada local, distanciamiento físico y asepsia las 24 horas, durante las cuales el nasobuco podrá quitarse solo para sustituirle por otro limpio o a la hora del baño, para comer o dormir, entonces también guardando la debida separación.

Si de cuidados se trata

“La familia pone en nuestras manos, lo que es para ellos, su más preciado tesoro, quienes también lo son para la Patria, las FAR y los oficiales que en cada unidad les cuidan y guían directamente. Los jóvenes son el relevo, garantía del futuro. Nadie debe dudarlo, velaremos con celo por ellos mientras estén en nuestras manos”.

Eso nos aseguró, en su condición de presidente de la Comisión de Reclutamiento de la capital, el coronel Valentín Lázaro Campos Hernández, jefe del Comité Militar Provincial, quien a su vez, fue secundado por la teniente coronel Katia Doms Blanco, jefa de Servicios Médicos de la Región Militar: “No escatimamos esfuerzos ni ahorramos desvelos a la hora de hacer cumplir las medidas establecidas por los protocolos higiénico-sanitarios, diseñados para prevenir la COVID-19, en esta unidad y también en todas las otras que componen el Mando. Lo prueban los hechos”.

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