La historia de Zoila Azucena Bermúdez Herrera podría ser la de tantos miles de habaneros que se contagiaron con el coronavirus y lograron recuperarse de la COVID-19 gracias, en gran medida, al sistema de Salud cubano.
Esta mujer pequeña de estatura, pero vital, nunca olvidará aquella mañana del mes de mayo cuando, tras examinar una placa de pulmón, los médicos del consultorio 13 ubicado en el Consejo Popular Vedado del municipio de Plaza de la Revolución, decidieron enviarla de urgencia a una institución hospitalaria para realizarle un PCR y otros exámenes complementarios.
"Todo fue muy rápido, rememora sin dificultad esta maestra jubilada de 80 años, no me dio tiempo a recoger mis cosas, el servicio de ambulancias respondió enseguida, y el personal de mi área de Salud fue muy profesionales y amable en el trato. El protocolo de ingreso funcionó de manera tal que en un abrir y cerrar de ojos ya estaba siendo atendida en una sala del sexto piso del hospital Luis Díaz Soto, conocido popularmente como el Naval.
"El lugar era agradable, todo el local estaba limpio, iluminado, las paredes lucían un color muy bonito que transmitía la sensación de tranquilidad, tan necesaria en aquel momento cuando no sabía lo que me deparaba el destino; aunque yo trataba de mostrarme serena, la verdad es que estaba muy ansiosa porque en casa se había quedado mi esposo, semipostrado en una silla y con un padecimiento de diabetes que lo limitaba mucho; fueron momentos realmente angustiosos.
"Imagínese, él ha sido mi compañero de vida durante 60 años, nunca nos habíamos separado en esas condiciones, cuando la posibilidad de contraer una enfermedad, que podía ser mortal, estaba ahí ante nuestros ojos", expresa emocionada mientras le acaricia la cabeza con ternura al padre de sus tres vástagos.

“Siempre estaré agradecida a mi vecina, al doctor Sergio Guevara Revilla, médico de la familia, a Margarita Conde, la delegada de la circunscripción 28, y a Zeyma la mensajera, que se ocuparon de él hasta que fue aislado en un centro asistencial como contacto, cuando el resultado del PCR confirmó que yo era positiva a la enfermedad.
“El diagnóstico estuvo disponible cuando todavía no habían pasado 48 horas de mi ingreso, y de inmediato se me aplicó el tratamiento indicado, aunque desde el inicio me habían suministrado Rocephin en vena para la neumonía que se detectó tras analizar las radiografías.
“Yo me sentía muy mal, no podía sostenerme en pie, tenían que inyectarme porque los dolores óseos y musculares eran muy fuertes, perdí los sentidos del gusto y el olfato, y la tos permanente casi no me dejaba dormir.
“Los doctores Leo y Silvio, quienes me atendieron desde el principio, tuvieron que esforzarse para que yo me alimentara porque estaba desganada por completo, y de verdad que la alimentación era muy buena y tenía un aspecto tentador, ¡pero yo no sentía nada, no podía saborear aquello!", exclama.
A continuación hace una pausa, y mientras se ajusta nerviosamente las gafas me dice en un tono quedo, "pero lo más terrible de aquellos días fue cuando me informaron que mi hijo también era positivo y que se encontraba internado en la sala de terapia intensiva del hospital Salvador Allende, con una condición crítica y pronóstico muy reservado.
“Usted debe saber que el dolor más grande que puede sufrir una madre es la pérdida de su hijo, aun cuando este sea ya un hombre maduro de 56 años, pero ni se imagina el infierno que se desató en mi interior cuando pensaba que era la responsable de que él se hubiera infectado y estuviera al borde de la muerte.
“Esos terribles pensamientos se mantuvieron en mi cabeza durante los 14 días que Alberto estuvo en esa condición, y de la que salió gracias al cuidado y la profesionalidad del equipo médico que estuvo pendiente día y noche de su estado; esa fue otra victoria de nuestro sistema de Salud, que ha logrado preservar tantas vidas.
“Por suerte él no padece ninguna enfermedad crónica, ni fuma, por lo que sus pulmones no estaban dañados.
“Para sobrellevar esa situación me ayudó mucho la asistencia emocional de Silvio, el psiquiatra, así como el contacto diario con mis familiares a través de un teléfono instalado en el cubículo, porque el móvil se me había descompuesto.
“Mi esposo Raúl resultó negativo y regresó a casa, al igual que mi otro hijo y mi nieto que estuvieron internados en el centro de aislamiento habilitado en la escuela vocacional Vladimir Ilich Lenin, donde fueron muy bien atendidos.
“Tuve la suerte de que la enfermedad "pasara" rápido, por suerte no se "encariñó" conmigo y en la prueba del quinto día resulté negativa a la COVID-19. Cuando regresé a casa ya me sentía mucho mejor aunque todavía tengo algunos dolores musculares y falta de aire cuando cambia el tiempo; dice "Sergito", el médico de la familia, que esos síntomas pueden desaparecer con el tiempo, pero yo digo que el almanaque también influye.
“A mi hijo también le dejó secuelas: una neuritis permanente que, aunque no le impide desempeñarse como electricista en el grupo empresarial Azcuba, le crea sus dificultades en cuanto a la movilidad.

“Cuando pienso en todo lo que pasamos mi familia y yo a causa de esta terrible enfermedad me pregunto cómo es posible que haya tanta gente irresponsable que no usa como debe el nasobuco, que no mantiene el distanciamiento físico, que se arriesga participando en alguna fiestecita u otra actividad social.
“Esas negligencias pueden costarle la vida, o la de sus familiares; por eso yo le pido, le imploro a la gente que se protejan, incluso dentro de la vivienda, porque hay muchos contagios intradomiciliario, y ya se sabe que las vacunas evitan que los enfermos se agraven, pero no impide el contagio.
“Yo no dejo entrar a nadie en la casa porque mi esposo es vulnerable, hasta mis hijos cuando vienen prácticamente se "forran" con nasobucos y caretas plásticas, y mantienen la distancia con su padre.
“Te pongo mi propio caso como ejemplo; todavía hoy los doctores no han identificado mi fuente de contagio, pero suponen que en un viaje que hice días previos a una farmacia que está en San Lázaro y Soledad pude haberme descuidado cuando estaba transportándome en las "gacelas”, o en la misma cola para adquirir la medicina.
“Como soy muy alérgica a veces se me dificulta respirar, por lo que me bajo la mascarilla facial para inhalar mejor el aire; ahí quizás me contagié, en un momentico, yo que casi no salgo ni recibo visitas.
“Esa es mi historia periodista, pero no quiero que se marche antes de conocer a Sergito el del consultorio, yo le digo así por el cariño que le tenemos; y de paso cojo la leche de donación para los mayores de 65 años que ya llegó a la bodega".
Antes de salir se disculpa: "me da tremenda pena que no le ofrecí ni agua, pero yo no dejo que la gente use nuestra vajilla porque sabe que eso es también una fuente de contagio y tengo que pensar siempre en la salud de mi esposo; cuando todo esto pase le invitaré a un café, para que vea que soy buena anfitriona", me promete sonriendo.
Dicho esto, inicia su andar con un paso rápido y firme que me asombra, y me satisface, porque pienso en la grandeza de nuestro sistema de Salud que es capaz de recuperar a un adulto mayor como Zoila y garantizar que a sus 80 años pueda seguir activa, para cuidar al hombre del que ni siquiera la COVID-19 ha podido separar en los últimos 60 años.
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                            ![[impreso]](/file/ultimo/ultimaedicion.jpg?1762229660)
Hermosa y afortunada historia de vida. Felicidades y reconocimiento a todo el personal de salud y a los q arriesgándose, se encuentran en primera línea, consultorios, policlínicos, hospitales, centros d aislamiento, transportistas, personal de aseguramiento, dando lo mejor de sí para atender contactos, salvar y recuperar a enfermos.Otro ejemplo positivo. Una gran enseñanza de la contagiosidad d esta enfermedad que mata y muestra q cualquier cuidado es poco.
Considero que La Habana, especialmente su direccion administrativa y partidista debe adoptar las medidas que se han tomado en otras provincias, como Matanzas en cuanto a la movilidad, la venta de productos, hoy estuve en Neptuno, Galiano y es un mar de personas en las calles en su gran mayoria comprando para vender. Yo y mi esposa somos jubilados y no nos da la jubilacion para estar comprando todos los dias. Hoy tuve la oportunidad de ver una pareja con un saco de pelli, se sentaron cerca de mi y estaban sacandole foto para venderlas por internet, hasta cuando se va a permitir eso, visiten y controlen las tiendas aledañas a Prado, Neptuno, Belascoain. Gracias Luis