Enrique Hernández Miyares fue un poeta y periodista cubano. Muy activo en la vida cultural de la Isla durante la segunda mitad del siglo XIX, sobresalió por su constante dedicación al periodismo, género en el que llegó a convertirse en una de las figuras más destacadas de la prensa escrita de su tiempo.

Sobresalió tanto por sus composiciones poéticas como por sus escritos en prosa, en una línea deudora de tradición clásica de la lírica hispánica, pese al contexto modernista.

Su producción, dispersa en rotativos, revistas y colecciones privadas, vio la luz con carácter póstumo: Poesías (1915) y Prosas (1916). El poeta evoca, al decir de Ángel Augier, a través del soneto a continuación, la estampa nocturna de una “Habana antigua”, colonial aún, ese pedazo de ciudad que hoy es el más viejo;
aquel “que conserva el secular hechizo de sus fachadas, portales, patios, balcones y plazas donde el pasado ha impreso sus señales indelebles. Calles con visibles huellas de los repetidos pasos del tiempo, piedra y madera gastadas por el roce insistente de los años y todo el ambiente iluminado por el solemne resplandor de la historia, con su evocador influjo, como un perfume peculiar”.

CIUDAD DORMIDA

Lentamente resuena en la alta noche la doble campanada del convento, y por el empedrado pavimento
ruidoso rueda retardado un coche.

Por la calle desierta, en el derroche de la quietud y de la calma, el viento jugando arremolina algún fragmento de carta en que el amor firma un [reproche.

Un cerrojo oxidado que rechina, un abierto postigo iluminado denunciador del que abatido vela,

y el eco de la copla clandestina al grito de agonía entremezclado del anónimo crimen de plazuela.

FUENTE: AUGIER, ÁNGEL: “LA POÉTICA HABANA
CIEN POEMAS”, COLECCIÓN SUR EDITORES
LA HABANA, 201

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