(Crónica de un 1/9)

1ro de septiembre de 1993, crisis económica profunda en el país.

"Pleno periodo especial y a estos vejigos les da por casarse", reflexiona el suegro mientras gruñe la pipa.

No hay combustible para el auto de la boda. El padre del novio en un acto increíble, audaz, consigue 10 litros de gasolina para el flamante descapotable del 57 de Miguelito, el vecino, que se ofrece desinteresadamente.

El combustible sólo alcanza para que la novia, - muy bella y regía ella- , desfile por las calles de la ciudad hasta las casas de abuelas, tías y señoras del barrio.

El descapotable y la novia se pasean imponentes frente a los portales del barrio La Turbina, mientras un coro femenino exclama entre sollozos. "Por Dios, que linda la niña".

En otro extremo de la ciudad, en el reparto Vista Alegre, el novio no encuentra como llegar al Palacio de Matrimonios (Recuerden no hay gasolina para él). Un socio le tira el cabo en su bicicleta. ¡Y que calor para un traje negro aún en medio del verano!

Todos en la calle lo señalan con el dedo y se burlan: "Miren al loco ese que va en la parrilla de la bicicleta con un traje negro". El novio llega tarde al Palacio, la cara brillosa, el cuerpo sudado debajo de la corbata. Allí, un montón de gente impaciente, incluida la novia. La mirada preocupada de todos cuando la bicicleta se posa frente al Palacio. Es esa mirada colectiva, de inquisidora sospecha. "Pensamos que ibas a dejar esto quemao", se leía en la cara del cuñado.

El novio, medio nervioso, y en un ademán de galán triunfante, se lanza desde la bicicleta hacia la acera y....raaaaaa ¡fatalidad! El pantalón se engancha en la parrilla de la bicicleta, y se le abre un hueco a la tela. El padre se lleva las manos a la cabeza, mira a la madre, la hermana baja la vista hasta el piso de mármol. Está tan reluciente el piso que le sirve de espejo para ver el rostro del Padre cuando dice: "Pues mira Pipo, cuela pa' allá dentro que así mismo te vas a casar".

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