
Hace pocas horas me decía un colega psicólogo que ante una situación trágica como la que han vivido los habaneros con el incidente del hotel Saratoga, solo nos queda aferrarnos a la esperanza. Sus palabras me sonaron contradictorias a primera impresión.
¿Cómo podían los familiares, amigos y personas víctimas de tanta sinrazón encontrar paz luego de estos días de dolor e incertidumbre? Entonces al reflejar en mis pupilas la interrogante de periodista que ha presenciado largas horas de rescate, atención médica y hermandad de todo un país me respondí: justamente en todo eso.
En cualquier parte del mundo tales circunstancias provocan intensas olas de solidaridad, pero sin chovinismo barato, esta ola de amor desatada en nuestra Isla no tiene par. Vimos inundar centros médicos y bancos de sangre a jóvenes cubanos dispuestos a devolver con su esencia vital un poco de la fe resquebrajada por los escombros.
Contamos las historias del Cuerpo de Bomberos, la Cruz Roja y los rescatistas jugarse la piel sin miramientos, en primer lugar para salvar la mayor cantidad de vidas posibles, también para devolver a las familias los cuerpos de sus seres amados y tener luego el duelo final.
Hasta las redes sociales midieron su tóxica carretilla de publicaciones cambiándose en muchos casos por mensajes de empatía y sensibilidad. Día tras día nos levantaba la cruda sensación de haber experimentado una pesadilla infinita que como un bucle onírico unía madrugadas y mañanas esperando la noticia de saber que del polvo se logró robar una vida.
Así, con la brillante luz que inundó la ciudad la noche del viernes en imparable vigilia, se abrió un nuevo capítulo de esperanza para los cubanos. Nos une la bondad de un pueblo de héroes anónimos que han encontrado sus rostros multiplicados en las páginas de nuestros periódicos, televisión y plataformas digitales. Nos enciende la llama de las familias que guardan en el espacio más sagrado a sus hijos, hermanos y padres en descanso eterno. Con todos, el espíritu imperecedero de nuestro país se lleva las manos al pecho para abrigar a su pueblo en la afirmación: fuerza Cuba.
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