Foto: Carlos Manuel Serpa

Las horas en estos últimos días pasan más lentas. La Habana madre de todas las madres se viste de luto ante tanta desgracia. Pero entre tanta oscuridad no han dejado de brillar esas inmensas luciérnagas que van llenando de polvo de hadas cada espacio de esta Isla.

Este año, el día de las madres se marca por aquellas mujeres heroínas, las sobrevivientes y las que nos acompañan en la eternidad.

Cuba despierta este domingo con sentimientos encontrados, el alma de la nación se estruja y se ensancha ante tantas pruebas de humanidad de sus hijas del sector de la Salud que salvan el futuro, las periodistas que no duermen por contar la verdad, todas las mujeres que se mantienen de pie y luchando ante la adversidad.

En los tiempos de tragedia se conoce la verdadera esencia de los seres y logramos admirar la obra de los corazones sinceros. Mi madre me enseñó a responder siempre con amor ante cualquier circunstancia, que la grandeza de aquellos que no ven enemigos está en apiadarse de las almas grises que se irán de esta tierra con la indiferencia hasta de su propia familia. Por eso es hermoso saber que vivimos en tierras donde la mayoría escoge poner rodilla en tierra y trabajar por el bienestar común.

Por eso una pequeña isla en el caribe puede continuar escribiendo la historia del mundo. Es en gran parte la esencia de tantas madres, maestras que se sacrifican por sus pequeños, enfermeras, doctoras, todas cubanas. A ellas van estas letras, a la mía también que lleva la esencia de líder, amiga y salvadora.

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