
Resulta indignante que en momentos en que Cuba, al igual que muchas naciones del mundo, combate sin tregua la letal pandemia de COVID-19, la cual ha invadido al planeta y causado millones de muertes y contagios, surja un grupo de ciudadanos “muy preocupados”, que con un accionar menos transparente y más provocativo intenten, con condicionamientos, demandar diálogo con las autoridades del sector de la Cultura.
Las múltiples organizaciones del ramo existente en la Isla han estado durante décadas al servicio de los intereses de los creadores y artistas de las diversas manifestaciones, y un considerable número de inquietudes y reclamos han sido canalizados por las vías institucionalmente establecidas. Nada justifica imponer un show mediático y con fines subversivos como el que organizó el grupo de “dialogadores” y mercenarios este miércoles, 27 de enero, frente al Ministerio de Cultura, y en momentos en que se aplican medidas restrictivas y de distanciamiento social para vencer el virus que en las últimas semanas se ha expandido, como nunca antes por el territorio nacional.
¿Qué procuran quienes por prebendas desean ser complacientes con la mafia miamense y Washington? ¿Por qué ahora?
Estos “hipercríticos”, también oportunistas, que cuestionan con disímiles matices, algunos muy sutiles, la política cultural (una de las más reconocidas en el continente por su alcance masivo, popular e incluyente luego del triunfo de la Revolución) en la Isla, aprovechan el contexto más difícil del país, el cual tiene como prioridad salvar vidas y proteger a las personas más vulnerables que requieren de atención básica.
Asimismo, los tradicionales peones financiados por el gobierno de Estados Unidos, que históricamente los ha manipulado y engañado, sustentan su show como obedientes ovejitas del imperio y sus secuaces que generalmente son personajes sin escrúpulo alguno, cobijados en el sur de la Florida, desde donde los incitan a desórdenes públicos y a perturbar la tranquilidad ciudadana. De lo contrario, si no incurren en los delitos y actos impropios planificados por sus patrocinadores, no reciben el pago que desembolsan desde el Norte revuelto y brutal, ese mismo que los desprecia por ser marionetas de un guión prefabricado por otros.
Tampoco es casual que estos hechos se vengan suscitando a partir del recrudecimiento del bloqueo y asedio criminal contra Cuba impuesto por la anterior administración estadounidense de Donald Trump, y en ocasión de llegar a la Casa Blanca un nuevo presidente, Joe Biden, el cual ha planteado posibilidades de reanudar las relaciones con la Isla.
Pero el pueblo cubano, fogueado en la batalla contra los contrarrevolucionarios y mercenarios al servicio de intereses foráneos, conoce bien las prácticas de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y particularmente de los enmascaramientos “humanitarios o de salvaguarda de Derechos Humanos” que proyectan agencias y entes con fachada no gubernamental que sirven también para alterar el orden en naciones soberanas e independientes.
Los asuntos de los cubanos se resuelven a lo interno con unidad y sincero diálogo con sus representantes, organizados en diferentes estructuras políticas, sociales y sindicales, y de manera respetuosa y armónica entre las partes. Así se han refrendado con amplia participación del pueblo, leyes y la nueva Constitución de la República; hay fehacientes ejemplos de ello en esta tierra de titanes.
No es secreto para nadie que con el reordenamiento que efectúa el país se actualizan y perfeccionan asuntos de interés de los trabajadores y la economía en general. Existen varias formas de canalizar inquietudes, sugerencias y problemáticas, sin que intencionalmente se contribuya a promover caos o propagar la grave pandemia que aún nos azota, y para lo cual hay medidas de control.
Los que no tendrán jamás espacio son los enemigos de la Revolución, los que coquetean con los terroristas y violentos que pretenden dividir y sembrar el odio entre compatriotas, azuzando injerencias, intervenciones y más sanciones contra el aguerrido y solidario pueblo de Cuba.
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A los apátridas hay que ubicarlos donde le corresponde, no podemos permitirle que actúen impunemente en contra de la Revolución que tanta sangre y sacrificio ha costado. A los verdaderos artistas que tienen sus preocupaciones si debemos darle todas las posibilidades de diálogo aunque tengamos ideas diferentes. Lo que si me parece imprescindible es no dejarnos provocar y actuar con mucha más inteligencia, dejando claro ante el mundo nuestra posición transparente de dialogar pero manteniendo nuestros principios sobre la base del respeto y poniendo por encima de todo los intereses supremos de la nacion, de nuestra Cuba revolucionaria. Como dijo nuestro Comandante con la Revolución todo, sin la Revolución nada.