"A hacer crítica viniera y no justicia, si por crítica hubiera de entenderse ese mezquino afán de hallar defectos, ese celo del ajeno bien, ese placer del mal ajeno, huéspedes ciertamente indignos de pechos generosos. Crítica es el ejercicio del criterio. Destruye los ídolos falsos, pero conserva en todo su fulgor a los dioses verdaderos." (José Martí, Discurso pronunciado en el Líceo de Guanabacoa, el 21 de junio de 1879).
No soy experto, ni el mejor ejemplo pues he pecado; pero creo que necesitamos normalizar el diálogo entre los artistas, el público y quienes tenemos como obra profesional, la crítica. Recientemente se han creado varias polémicas alrededor de periodistas, artistas y figuras públicas como respuesta a publicaciones críticas (valga la redundancia) en espacios especializados o redes sociales.
La actualidad presenta el enorme reto de democratización de la información como una página (aún) en desarrollo, pues parece que la cordura y la relación dialógica entre los individuos se ha vuelto una utopía virtual. En el momento exacto que un creador entrega su obra a consideración popular se expone, ya no solo a las miradas del “espectador consumidor”, también a la mirada ansiosa de millones de navegantes en la Internet.
Todos tenemos algo que decir al respecto, no siempre se piensa que detrás del hecho en sí, se encuentran seres humanos vulnerables con historias similares a las nuestras. La solución no está en ser condescendientes ni permisivos ante lo mal hecho. La crítica es una necesidad de la sociedad y del ser humano para superarse. Por otro lado, la conversación podría volcarse hacia el encuentro respetuoso y sensible entre los pensares colectivos.
Cuba se ha manteniendo, por su nivel educativo y cultural, ajena a corrientes discriminatorias y violentas como la “cultura de la cancelación” donde cuando alguien hace o dice algo con lo que no estamos de acuerdo, la primera reacción es la de llamar a campañas de odio que pretender borrar la imagen de profesionales en vez de señalar el punto de inflexión y educar.
Si aquel periodista, por ejemplo, no le convence en su discurso, piense que antes de ese momento de incomprensión existió una investigación oportuna y la necesidad de que mañana tengamos todos, un planeta mejor.
Hagamos de la palabra pública un acto de humildad y respeto mientras podemos divergir o convencer. De nada nos sirve el ataque que sí puede ser puñal o mano que empuje hacia el abismo. Ahora, queda en manos propias ser consecuentes y constantes en el mesurado ejercicio del criterio. Quien hoy se expone con estas letras ya juzgó, fue juzgado y en algún punto comprendió la necesidad de acariciar, proponer y saber que siempre puede ser mal entendido. Por eso acudo a las sabias palabras del Maestro:
"Criticar, no es morder, ni tenacear, ni clavar en la áspera picota, no es consagrarse impíamente a escudriñar con miradas avaras en la obra bella los lunares y manchas que la afean; es señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella. Criticar es amar y aunque no lo fuera, no está en que iniciemos época favorable a la agitadora y dura crítica: que en las horas de riesgo y de combate, cuando las penas de la lucha vienen y tintan el ánimo sereno, cuando no sobre firme tierra sino sobre arena movidísima, fresca a trechos y oscura, descansa el pie agitado, es ley suprema, urgente y salvadora la hermosa ley de amar."