“Madre mía:
Hoy, 25 de marzo, en vísperas de un largo viaje, estoy pensando en Ud. Yo sin cesar pienso en Ud. Se duele en la cólera de su amor, del sacrificio de mi vida; y ¿por qué nací de Ud. con una vida que ama el sacrificio? Palabras, no puedo. El deber de un hombre está allí donde es más útil. Pero conmigo va siempre, en mi creciente y necesaria agonía, el recuerdo de mi madre. Abrace a mis hermanas, y a sus compañeros. ¡Ojalá pueda algún día verlos a todos a mi alrededor, contentos de mí! Y entonces sí que cuidaré yo de Ud. con mimo y orgullo. Ahora, bendígame, y crea que jamás saldrá de mi corazón obra sin piedad y sin limpieza. La bendición.
Su José Martí.”

Comienza la madrugada con una plegaria a la luna redonda que pretende parir al nuevo día. El tiempo se detuvo para muchos en distintos lugares del universo, otros aseguran que todo cambió, y puede ser que mucho, menos aquella fórmula perfecta. ¿Qué sería de nuestra raza mortal sin la huella indeleble que dejan al pasar las madres?

Y nos quedamos en casa, añorando las aceras repletas, el fuego abrazador del astro sol, mientras en lo que ahora parecen tierras lejanas un hijo anhela la severa ternura de su voz inmensa. Que no pase otro día de esta pandemia sin que digamos: todo en mi vida es por ella, porque al crecer para el mundo, desde lo más profundo de ti, validamos la obra excelsa de quien nos mostrara la primera luz en la Tierra. Si llegan estas letras a tu corazón es porque no se ha desperdiciado este tiempo, alejados en resabios ni flores regaladas.

Ábranse hoy desde bien temprano las almas de madres para encontrar sus frutos en cada gota de roció que golpee las ventanas y finalmente nos devuelva la imagen deseada a las pupilas.

Apelo a las dimensiones místicas o naturales de mayo, a sus valientes gotas precipitadas desde lo alto de las nubes para que laven los restos de nostalgia. Me persigue desde tempranas horas una mariposa amarilla que se posa solo en las hojas más verdes que ahora me rodean, pienso que será una enviada de mi madre con la misión de saberme sano y feliz, apresurado en vivir cada segundo cual si fuera único.