Cada día nuestras profesiones, aquello que amamos sin condiciones, devuelve sus frutos maravillosos. Una de esas ocasiones fue cuando caminaba hacia una cobertura de prensa y de repente una señora de avanzada edad, con la experiencia de tres vidas en la mirada me dijo: “Joven ¿Cómo hacen para reflejar la vida de nuestra capital en imágenes cada semana, sin repetirse?” A lo que agregó: “hace algún tiempo que guardo recortadas en una libreta fotos junto con algunas de las crónicas que salen en la página tres”.
Casi sin aliento brotó de mi boca un nervioso "gracias"; no por necesidad de reconocimientos, fue una sensación extraña. Parecía que la ciudad cobraba físico para colocar su rugosa mano en mi hombro y refutar: Imagino que cuentan con el apoyo de instituciones y autoridades porque hacer un periódico como el de ustedes hoy, cuesta.
No sé si la medida de la pasión, los sueños, el apego al rostro real y maravilloso de nuestra Villa de San Cristóbal contiene algún elixir mágico... Si tenemos algunas veces, la mayoría, esas ansias perennes de dialogar sobre nuestras realidades, dar en papel, tinta, incluso corremos el paso apurado de las redes para llegar a los más jóvenes.
Encontré en las palabras de la hermosa señora una luz rara, mezcla de agradecimiento y rigor cuando al final, apretando mi mano, con todas sus fuerzas, dijo: “¡Que nadie les quite ese amor por La Habana!, se nota en cada título, te lo digo, así como habanera nacida y criada en estas calles que he visto cambiar, pero nunca perder la esencia de toda Cuba.