En estos días precisos, cuando celebramos motivos, sentimientos y estados tan importantes como los defendidos desde la Cultura y la nacionalidad, es imprescindible referirnos a espacios que hoy cedemos. La música y el espectáculo se unieron una vez más pretendiendo volverse canción en la concluida entrega del concurso Adolfo Guzmán.

Diversos y convulsos fueron los criterios. Aunque artísticamente no discuto las decisiones de los jueces, tampoco pretendo invalidar el mostrado talento del compositor y la intérprete merecedores del Gran Premio, en lo personal no logro recordar la melodía ni la letra del tema ganador.

Los Guzmán, definitivamente, no resaltaron esta vez por la originalidad ni por el acertado gusto estético. Primaron las escenas recurrentes, simples y hasta cursis de espejos, telas y metáforas casi vacías. Si la letra de la canción hablaba de una estrella, pues una y otra vez llenaban la escena de estrellas. La reiteración de los recursos denota pobreza creativa y a lo mejor, dejando volar a la musa, se puede recrear desde lo visual con cualquier recurso de nuestro amplio imaginario. ¿De cuántas formas podemos contar la misma historia?

A la mayoría de los homenajes dedicados a figuras relevantes de nuestra historia musical les faltó ensayo, preparación y compromiso, excepto a algunas como la del grande Mayito Rivera o cuando se unieron Osdalgia Ledesma, Teresa Yanet y Arlenys Rodríguez para cantarle a quien fuera una de las voces cubanas más importantes de todos los tiempos: Elena Burke, la Señora Sentimiento.

Foto: Internet

Mientras, Luna Manzanares fue uno de los elementos salvadores con sus espectaculares presentaciones y personal interpretación de cada tema. Su presentación y estilo como anfitriona marca un buen comienzo para un modelo válido, pero perfectible de formato. Por otra parte, quizás faltó buscar dentro de lo que ya tenemos, nuestro inmenso acervo cuando de composición se trata. Muchos agradeceríamos el diálogo con la contemporaneidad desde lo que nos distingue como cubanos. Tal vez por excesivos comerciales a estudios de grabación, por el descuido en el rigor escénico y un vuelco a la factura simple, pero vendible, perdimos una excelente oportunidad de volvernos canción.