Hoy es común escuchar a jóvenes y mayores dialogar, discutir o confrontarse por términos ya comunes como machismo o feminismo; ciertamente, el mundo avanza y cambia respondiendo, como puede, a los imperativos de su tiempo.

Siglos atrás era imposible pensar en una mujer sin vellos en las axilas o en las piernas y para los hombres llevar maquillaje o peluca era cuestión necesaria para sobresalir en una sociedad que luego reconstruyó a voluntad esas mismas costumbres. Todo lo que hoy rige nuestras conductas fue la novedad que el “sexo dominante” instituyó alguna vez.

Cual rompecabezas montamos pieza a pieza los tabúes o libertades del futuro, entregando los privilegios a quienes tomen el control de cada circunstancia. Durante años, las mujeres aprendían que todo lo proveniente de su feminidad estaba mal o inferior, e incluso era usado en términos ofensivos.

El heteropatriarcado usó como estrategia de control y supremacía la disparidad: sexo débil o fuerte. Cuando las mujeres comenzaron a buscar el equilibrio de la balanza, fueron llamadas histéricas, pero nada detendría el avance de las que impusieron su autoestima y poderío sobre siglos de dominación.

Nosotros, los hombres, siempre pudimos ir y regresar sin que nada de lo que hiciéramos se viera mal. Desde pequeños escuchamos que está bien tener muchas novias, no mostrar sentimientos y demostrar fortaleza. Si una joven viste de manera “provocativa” o conoce a más de un hombre en poco tiempo, ellos y ellas se lanzarán con críticas porque todavía deben parecer “correctas” y perfectamente limitadas.

Las zonas de masculinidad o feminidad tóxicas comienzan cuando se inhibe o discrimina a un ser humano por cómo se piensa debe ser y actuar. Quizás las niñas debieran jugar con carritos para crecer y aprender que no dependen de nadie. Si los niños pudieran llorar sin considerarse débiles existirían menos actos de violencia causados por frustraciones y sentimientos enquistados. No creo vivir suficiente para disfrutar de una sociedad sin dudas, preguntas o reservas sobre roles sexuales perfectos, pero sí quisiera que palabras como sororidad, equidad y respeto se volvieran moda.