La indisciplina social debe ser erradicada de la sociedad en todas sus manifestaciones. Y la que aún prevalece en algunas unidades del servicio de comercio minorista no solo debe desaparecer, sino que esa actividad tiene que volver a ser desempeñada por entes calificados y con adecuada profesionalidad, lo cual incluye el respeto a la población.

Resulta inaceptable que existan puntos de carnicería, bodegas, agromercados o tiendas recaudadoras de divisas que vulneren los horarios de apertura y cierre, y además a su conveniencia no exhiban toda la mercancía que llega, la cual debía ser puesta a la venta con inmediatez.

También se presentan irregularidades en algunas unidades del comercio cuando llegan productos esperados por la familia cubana como es el caso del pollo. El normado que se distribuye para la población de manera equitativa y subsidiado por el Estado con ingentes esfuerzos, en ocasiones se recibe el fin de semana, aún con posibilidad de, en el horario establecido, satisfacer el servicio.

Y sin embargo, sean el administrador o el dependiente del lugar, a veces deciden, de manera unilateral, no abrir o sencillamente posponer su venta para el otro día, quedando a su consideración.

Generalmente, las personas que trabajan o los ancianos mayores no pueden estar al acecho de esos irresponsables y negligentes carniceros o empleados de cualquier servicio donde se presente esa irregularidad. Penosamente, hay quienes no muestran siquiera un mínimo de sensibilidad humana para comprender la importancia que para sus coterráneos tiene, la actividad social que ellos habitualmente desarrollan. Casi siempre estos son los menos competentes y preparados para ejercer tales responsabilidades.

Y hay algunos muy equivocados que se consideran dueños absolutos de los establecimientos y las ofertas que brindan disponiendo a su antojo de los horarios, con subterfugios o subestimando a los usuarios que precisan del servicio, y obviando con petulancia las explicaciones sobre su decisión o necio proceder.

Están también aquellos que venden en cantidades excesivas cajas de productos que han estado deficitarios como la cerveza, papel sanitario u otros, agotándose con inmediatez su disponibilidad para la inmensa mayoría de los consumidores en establecimientos minoristas, dígase en mercados, o puntos de gastronomía.

Las administraciones son las máximas responsables de estas incidencias que dañan la imagen de algunas entidades y afectan a la población. Y están llamadas a ejercer su autoridad de manera justa, sin abusar del cargo que ostentan y particularmente sin compromisos con quienes laceran la protección al consumidor.