Desde los primeros tiempos la forma en que nos vestimos, los colores, las texturas y diseños, se disponen sobre la primordial pregunta: ¿quiénes somos? Cuando el hombre de las cavernas tomó las pieles de animales para cubrir su cuerpo del frío, diferenciarse de otras tribus o quizás, ¿quién sabe?, presumir, adquirió una de las convenciones sociales primordiales que nos diferencia del resto de las especies del mundo animal.
Está bien pensar que el disfraz hace al payaso o el hábito al monje. Usamos la frase cuando nos referimos a dicha expresión que para muchos es arte. Si bien la moda toca a todos, incluso a los rebeldes que pretenden romper esquemas vistiendo “diferente”, lo importante es que nuestra ropa, accesorios..., hable de quienes somos.

Cada generación se caracteriza por los tonos o cuánto mostramos de nuestro cuerpo, también por las tendencias e influencias, pero es importante ser originales. Vestir acorde con nuestra edad, jugando con las combinaciones y estéticas, nos construye como seres sociales diversos y especiales.
También resulta imprescindible cuidar en nuestra imagen la limpieza, el respeto por los espacios y momentos. Cada situación conlleva el reto de dialogar éticamente con nuestro entorno, siendo fieles a nuestro estilo personal y dejando a un lado tabúes y etiquetas falsas. Existe un momento y lugar para cada prenda, usémoslas con claridad e incluso divirtiéndonos.