El gobierno de los Estados Unidos se ubica hoy entre los mayores vulneradores del derecho internacional del mundo, solo comparable en esta centuria, con Israel. De forma impune irrespeta leyes y fundamentos de la Carta Fundacional de la ONU, organismo rector de las relaciones entre las naciones del orbe, e implementa una política peligrosa y fomenta beligerancias entre países, sin escrúpulo, ni moral alguna.

Ante la reiterada y grave situación impuesta por Washington en la región latinoamericana y caribeña (con el desmedido despliegue de medios y efectivos militares en aguas del Caribe con burdos y nada creíbles pretextos de lucha contra el narcotráfico), países del área y de otras latitudes geográficas han denunciado las irresponsables, muy graves e ilegales ejecuciones extrajudiciales y asaltos a barcos, como vulgares y repulsivos piratas emprendidas por EE.UU. sin jurisdicción alguna para esas vilezas, propias solo de gobiernos que violan tratados universales y son proclives a estimular ingobernabilidad, y guerras que traen consigo muerte y destrucción.

Ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas fue denunciado por Venezuela la actitud agresiva y quebrantadora de principios de convivencia y respeto al derecho internacional enarbolados a partir de la II Guerra Mundial, y cuales han evitado nuevas conflagraciones regionales y mundiales. Sin embargo, como era de esperar, la administración estadounidense presidida por el señor magnate Donald Trump, con su peculiar arrogancia y prepotencia demencial, sigue vetando acuerdos y disposiciones que aproximen la paz y la estabilidad regional.

Lo que viene haciendo Washington de manera desvergonzada muestra la decadencia moral y ética de la Casa Blanca ante la comunidad internacional. Toda esa fanfarria militarista tiene el propósito de sustentar el robo desfachatado del petróleo y otros recursos del pueblo venezolano, jurisdicción nacional de ese país, que nada tiene que ver con el territorio de los Estados Unidos.

Así mismo han instrumentado la persecución de embarcaciones y barcos que transitan por esa zona o salen de puertos venezolanos. No respetan el libre comercio ni el derecho de los pueblos a su autodeterminación ¿En qué era de las cavernas o de la incivilización está la mentalidad de quienes dirigen actualmente en Washington? 

Precisamente, de seguir esa macabra estrategia imperial, EE. UU será el máximo responsable de la inseguridad marítima en cualesquiera de las zonas del planeta, pues son los precursores de la piratería marítima en esta centuria, y como hoy son víctimas los barcos venezolanos, pueden promover la muy peligrosa practica en otros orígenes y destinos.

Esos actos de imposición de fuerza y abusos crean repulsión y generan odios hacia los agresores. Familias de seres humanos de diferentes procedencias que han visto morir sus hijos en aguas del Caribe, sin confirmación jurídica de actos delictivos y sin previa investigación y carencia de legalidad, solo pueden considerar esos actos como crímenes de lesa humanidad, y solicitar justicia.

Retrotraer las otroras y fracasadas doctrinas Monroe y de Gran Garrote, ignominiosas y rechazadas por su esencia ofensiva a la soberanía e independencia de los pueblos, es provocar desestabilización, guerras de liberación y nueva etapa de luchas armadas contra invasores y colonialistas. Y lo que es peor, puede incendiarse una región proclamada de Paz por sus países, y convertirse en uno, dos, tres, cuatro y más Vietnam, en defensa de las naciones agredidas.

La cordura debe imponerse en Washington ante la muy peligrosa demencia guerrerista de la Casa Blanca. El Congreso de Estados Unidos debe valorar con responsabilidad la persistente violación de derechos internacionales y humanos de su administración, respetar su Constitución, y sobre todo, reflexionar sobre las letales consecuencias de la necia estrategia ofensiva en Latinoamérica y el Caribe, pero también en otra zonas del mundo al apoyar genocidios como el de Gaza, repudiado por todos los pueblos del mundo, incluyendo el estadounidense que no quiere guerras, ni fascismo ni genocidios.

Tampoco quieren los ciudadanos norteamericanos rememorar la guerra de Vietnam, Iraq, Afganistán y otras. Repudian volver a enviar a sus hijos a posibles muertes por la paranoia de sus autoridades. La política de ese gobierno debe ser revisada a lo interno y externo por organismos políticos y judiciales de ese pais, sus bloqueos, sanciones e intervenciones lo alejan, cada vez más, de la civilización y el desarrollo global que demanda la comunidad mundial.

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