El gobierno de los Estados Unidos sustenta una práctica indecorosa y de quebranto sistemático del derecho internacional refrendado por las Naciones Unidas. Pero también vulnera principios morales de su Constitución.
En los últimos años ese accionar irracional ha conllevado a la administración de turno en la Casa Blanca a intentar imponer de manera beligerante y ofensiva sus designios hegemónicos en un mundo muy cambiante que aposta al multilateralismo, sin amos ni entes con psicosis de preponderancia de poder y ambiciones.
Uno de los temas que más ha degradado y aislado a EE.UU. en este siglo es su apoyo incondicional al régimen genocida de Israel en su cruzada contra todo el pueblo palestino, particularmente en Gaza, donde no solo asesinaron a más de 65 mil personas, miles de ellos niños, mujeres y ancianos, sino que además sostienen un perenne asedio ante la ayuda humanitaria que precisan, e iniciar la reconstrucción de ese territorio vilmente destruido.
Y nadie ignora que el propósito de Tel Aviv en el Oriente Medio es el dominio de otras tierras también árabes para extraer recursos, lograr preponderancia política y económica con el vergonzoso apoyo de Washington que cría cuervos insaciables, y muy letales para la humanidad.
De igual manera la actitud arrogante y obcecada del presidente norteamericano Donald Trump logra mayor rechazo por sus políticas de imposición de bloqueos, sanciones, altos aranceles, amenazas, chantajes e intimidaciones a otros gobiernos y naciones soberanas e independientes.
El despliegue sostenido en aguas del Caribe por parte del ejército estadounidense es una de las mayores barrabasadas asumidas por las autoridades de ese país que no ceja en su empeño de ser gendarme universal. Esa inapropiada manera de actuar puede solo concebirse en mentes, psiquis muy perturbadas de personas con profundos problemas emocionales y de personalidad, capaces de ejecutar asesinatos extrajudiciales sin previo proceso de investigación como establecen los códigos jurídicos en cualquier sistema nacional e internacional autoproclamado democrático y respetuoso de los derechos humanos, esos que hoy rastreramente viola postulados constitucionales del propio Washington.
Llama la atención cómo altos cargos del ejército estadounidense siguen renunciando ante discrepancias con la forma de accionar de sus autoridades. Quizás llegaron hastiarse de la suma de falacias, fake news recurrentes de sus dirigentes, y comprendieron cómo distorsionan, engañan y tergiversan la información a su propio pueblo y a la comunidad mundial para justificar, con absurdos y estúpidos pretextos de combate al narcotráfico, sus actividades belicosas orientadas a intervenir y usurpar recursos naturales de otros países. Y precisamente establecen desestabilización y hostilidades a una Zona Declarada de Paz por las decenas de naciones que conforman la CELAC, que tienen como único propósito esenciar, aunar esfuerzos en pos de mitigar desigualdades y pobreza extrema para alcanzar desarrollo sostenible.
Según fuentes periodísticas estadounidenses ya suman unos 15.000 efectivos militares en el área caribeña, mostrando prepotencia e intimidando y tratando de desestabilizar, desvergonzadamente, toda una región que lo que requiere es armonía y cooperación sin condicionamientos lacerantes de su independencia, y menos que provoquen destrucción y muertes.
En América Latina y el Caribe sigue insistiendo EE.UU. en desarticular la integración y unidad de los pueblos, obstaculizando y desacreditando misiones sociales nobles y humanas de ayuda solidaria como han sido los programas de “Operación Milagro”, “Petrocaribe”, la alfabetización masiva con la cartilla “Yo Sí Puedo”, las colaboraciones en Salud, Cultura, Educación, Agricultura, etc. Y en todos los casos sin intereses de lucro ni usurpación de recursos de otros países, ejemplos que enaltecen las relaciones entre territorios vecinos.
Y siguen unos tras otros los disparates de la administración Trump y su Secretario de Estado el señor Marco Rubio, símbolo de los odiadores de la mafia anticubana miamense y la anti diplomacia en persona, marioneta dedicada a replicar amenazas con declaraciones incongruentes y carentes de la verdad contra Cuba, Venezuela, Nicaragua, y a lo que siguen sumando a todos aquellos Estados libres y soberanos con ideologías o maneras de pensar y accionar diferente a Washington.
Tratan también de intimidar con problemáticas de frontera y otros intereses de centros de poder norteamericanos a México, Colombia, chantajean, edulcorado o no, a Panamá en busca de prebendas con el Canal de ese pueblo, influyen en la no participación de países del continente en la “pospuesta” “Cumbre de las Américas” en República Dominicana( país también antes invadido por tropas estadounidenses), autorizan a su Agencia Central de Inteligencia, CIA, y a sus ONGS, USAID y demás, con fachadas y mantos diversos a instrumentar métodos de injerencia y subversión para revertir procesos progresistas y distintos a los que impone Norteamérica, sembrando en la región mayores brechas entre ricos y pobres. Así mismo las calificaciones dadas por la Casa Blanca a Cuba como supuesto país “patrocinador de terrorismo” y que nadie cree, es recibido internacionalmente como una muestra más de agresión política a la Isla en busca de apoyo a su estrategia de asfixia con el criminal bloqueo que cuenta con record de ignominia, más de 60 años.
A la Unión Europea la sigue arrastrando a mayor dependencia, a tener que pagar altos costos por el gas que antes recibía de Rusia a precios más asequibles, sumando a ello una campaña anti rusa sin precedentes, y logrando incrementar su influencia en la zona europea, pero además en Asia y África, tratando de contrarrestar el avance y peso económico indiscutible de China en la economía mundial, país que crece vertiginosamente sin agredir ni intervenir militarmente a otros pueblos, sino defendiendo su derecho al libre comercio, a la colaboración, intercambio, inversiones, desarrollo, y autodeterminación de soberanía e independencia de su nación.
El Congreso de los Estados Unidos, y los funcionarios de la Casa Blanca, en su conjunto, deberían aportar mayor nivel de responsabilidad e inteligencia, y trabajar con voluntad constructiva y positiva para solventar los acumulados problemas que atraviesan sus ciudadanos y el mundo que con promoción de guerras y desestabilización podría ser cada vez más inseguro y peligroso para todos sus habitantes en cualquier latitud, sin excepciones. Debían reflexionar con sensatez y cambiar sus acciones impúdicas que alejan al pueblo norteamericano de sus principios constitucionales y sobre todo, dañan la imagen de una nación fundada con proyectos humanistas y democráticos que se ven hoy deteriorados.
Las cruzadas antiinmigrantes, practicas racistas, represiones a minorías y manifestantes ante repulsas a genocidios en Palestina u otras guerras, son síntomas de la debilidad de ese sistema que pudo aspirar a ser más integrador, solidario, y quizás, verdaderamente democrático. Pero, sin embargo, ha optado por desarticular lo otrora conquistado con la proclamación de su independencia por hombres de conocimientos y raciocinio, y una población formada por importantes flujos migratorios que por décadas han sido utilizados, aunque generalmente indiscriminadamente, como mano de obra barata y para trabajos que los supremacistas blancos no aceptan, y reniegan ahora.
Esperemos que más temprano que tarde llegue la cordura a los representantes de Washington y que esta humanidad siga defendiendo la paz y justicia por encima de intereses egoístas y hegemónicos que se contraponen a la inmensa mayoría de los anhelos de la comunidad internacional que busca conquistar un mundo mejor y más equitativo, sin presencia de políticas guerreristas y antihumanas que laceran la vida de millones de personas y también la supervivencia del planeta.
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