Durante siglos muestra la historia universal cómo por ambiciones de poder, usurpación de tierras y explotación del hombre por el hombre se fueron conformando divisiones de clase y sistemas políticos y socio-económicos orientados a imponer desigualdades en la distribución de las riquezas, siendo estas dirigidas a unas minorías que fueron acumulándolas en beneficio propio y de sus allegados.
De esa indecorosa manera rememoramos la esclavitud, el colonialismo, las aún practicas neocoloniales y más actuales, el salvaje neoliberalismo, y todos dirigidos a aumentar la brecha entre pobres y ricos.

Los millonarios y élites de poder incrementan sus fortunas, mientras grandes mayorías de poblaciones del orbe viven en condiciones de pobreza extrema lo cual se profundiza en el contexto actual de la región latinoamericana y caribeña por injerencias y estrategias abusivas y de asedio por parte del gobierno de los Estados Unidos.
La concreción de importantes proyectos enarbolados por gobiernos progresistas y socialistas que buscan alcanzar niveles de equidad, justicia social, salvaguardar los recursos naturales de sus naciones e invertir más en el bienestar de sus ciudadanos, sin distinción de clase, credo, ni raza, son obstaculizados con bloqueos, amenazas y políticas de subversión, más férreas campañas de desinformación y tergiversación de la realidad de esos procesos sociales que defienden con paz e independencia, lograr su desarrollo sostenible.
Potencias hegemónicas como los Estados Unidos no aceptan esas diferencias políticas e ideológicas, contrarias a su filosofía de desarrollo profundamente consumista y desigual, y erigida generalmente a través de históricas intervenciones militares, saqueo de recursos de pueblos de la región y también de África y Oriente Medio. Estas zonas siguen siendo victimas de injerencias, beligerancias, guerras y desarticulación de gobiernos populares como aconteció en Libia e Iraq, entre otros, y a ello se suman, de manera inmoral y antihumana, apoyos irracionales al genocidio en Gaza, y con un único propósito, usurpar sus tierras, esas que pertenecen a esos pueblos, hoy hastiados de ser vilipendiados y agredidos por estirpes coloniales.
Hoy la mayor amenaza que representa la demencia guerrerista de la administración de Donald Trump y su marioneta, el Secretario de Estado y promotor de conflictos, el anti diplomático, señor Marco Rubio, (con su fanfarria beligerante en el Caribe), está relacionado con el peligro para la vida de millones de compatriotas y pueblos de Latinoamérica y el Caribe. Pero también puede ser muy dañino para la nación estadounidense al crecer el rechazo popular y cual puede desbordarse ante otro Vietnam que traiga consigo la muerte de sus hijos, por delirio e insensatez de sus autoridades.
Washington vulnera la paz de la región y leyes del derecho internacional de forma verdulera como cualquier ente delincuencial lo cual, por leyes jurídicas, seria juzgado en cualquier sistema de justicia del mundo. Efectúan actos extrajudiciales, asesinan a personas calificándolas de narcotraficantes de drogas, sin demostrar pruebas sobre ese accionar en aguas fuera de la jurisdicción estadounidense, vileza desmedida por parte de un gobierno carente de respeto por la vida humana y los postulados de la ONU y el propio Congreso norteamericano.
La imagen de la Casa Blanca está más que nunca desacreditada por sus demostraciones de arrogancia y prepotencia, y, sobre todo, por quebrantar derechos humanos inalienables, no solo con sus actividades ilegales en el Caribe, también con sus cruzadas anti inmigrantes, la represión y militarización impuesta en ciudades estadounidenses, y apoyo a genocidio de palestinos.
Algunos tradicionales aliados de EE.UU. en Europa han denunciado, por su excedida actividad ofensiva el despliegue absurdo e ilegal en el Caribe, como si fuesen dueños de la región que está formada por naciones soberanas que son parte activa de la membresía de las Naciones Unidas.
Luego de la catástrofe generada por la II Guerra Mundial y aun en plena Guerra Fría existía expectativas a través de la ONU alcanzar un mejor mundo, alejados de conflictos bélicos, con prevalencia de la paz y colaboración internacional entre los países de forma justa. Esto no ha sido posible conquistarse ante las crecientes ambiciones y el desenfrenado actuar ofensivo de administraciones de gobiernos que apostan a sostener las otrora formas de subordinación de países para apoderarse de sus principales recursos naturales, esos que engrosan las arcas de grandes potencias y esencialmente de sus máximos representantes, las elites de poder que manipulan y controlan el engranaje de esos sistemas, para evitar perder un mínimo de sus prebendas.
No obstante, los millones de poblaciones que ocupan este hermoso planeta van despertando ante la acumulación de ignominia, y lo hacen incentivando la paz, el amor y la real solidaridad y colaboración entre los pueblos.
Y ante la tan errada y abusiva política de la Casa Blanca surgen potencias emergentes con naciones en desarrollo como los BRICS, grupos de países que a pesar de las complejidades y obstáculos impuestos por los detractores de esta organización internacional, (los mismos que quieren sustentar el hegemonismo global, Washington y algunos aliados), no cejan en el empeño de alcanzar el mejor mundo que anhelan los habitantes de este mundo y proyectó las Naciones Unidas con su fundación desde la pasada centuria, encaminado a buscar prosperidad con respeto a la soberanía e independencia de los Estados, mayor justicia, solidaridad, y apropiada distribución de las riquezas, oponiéndose a las guerras y a todo aquello que provoque muertes y destrucción.
Hay ejemplos de naciones en desarrollo que avanzan vertiginosamente sin tener que invadir pueblos ni usurpar recursos de otros, sino a través de inversiones reciprocas, acuerdos comerciales, y negocios bilaterales beneficiosos para las partes, sin condicionar soberanía ni hacer peligrar la paz. Hoy China despierta expectativas profundas por ir por esa senda de desarrollo.
Las enseñanzas las aporta la historia que valida y registra acontecimientos trascendentes desde el surgimiento del planeta y definen claramente que existen en la naturaleza humana, dos determinantes tipos de filosofías de desarrollo: La que se orienta a garantizar las riquezas para el alrededor uno por ciento de la población mundial, los millonarios y oligarcas reprendidos en el poder, (a como sea), destruyendo y fomentando odios, y están los que crecen construyendo vida a favor de las grandes mayorías, estimulando maneras más justas de sobrevivencia, con amor, armonía y solidaridad humana, sin guerras ni quebranto a la independencia de otros países.
La última palabra la tienen los pueblos, así se erradicó el entonces nazifascismo y deberán sucumbir los genocidas que en esta era de civilización aun apostan a la muerte y destrucción, los apocalípticos de estos tiempos.
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