Washington pone en peligro la armónica convivencia entre las naciones de América Latina y el Caribe, esa que durante años ha logrado sustentar la región declarada como Zona de Paz.
El aparataje militar y ofensivo desplegado por EE.UU con burdos pretextos de lucha contra las drogas, (acción que más precisa efectuar a lo interno de su país) y no en jurisdicciones que no le competen fuera de su territorio, resulta una amenaza sin precedentes para los pueblos desde el Rio Bravo hasta la Patagonia, con las naciones caribeñas.
Suman varias las embarcaciones con seres humanos, sin identificar, que han sido bombardeadas y asesinados sus integrantes, aludiendo la Armada estadounidense que eran narcotraficantes. Pero en esencia, no se ha demostrado si esas personas estaban vinculadas a algún cartel de drogas, pues en el área predominan pescadores y migrantes que se trasladan habitualmente por esas aguas, y no merecen ser víctimas de la furia y el quebranto de leyes internacionales por parte de ningún gobierno que se autoproclame gendarme universal.
Las amenazas, los chantajes y la injerencia en los asuntos internos de otros Estados soberanos no contribuye al entendimiento ni diálogo civilizado entre las partes, independientemente de las diversas formas de pensar y sistemas económicos imperantes.
Cuando predomina la inteligencia, cordura y voluntad política puede lograrse adecuada convivencia entre los pueblos, y particularmente conquistarse en beneficio de los millones de habitantes, maneras de colaboración, comercio, intercambios y negocios, mutuamente ventajosos para todos en esta región, una de las más desiguales del mundo por décadas de colonialismo, neocolonialismo y neoliberalismo salvaje, lo cual profundizó la brecha entre pobres y ricos, mayores niveles de pobreza y carencia de servicios básicos para las grandes mayorías.
Lamentablemente, la prepotencia, arrogancia y ceguera política de la actual administración norteamericana que preside Donald Trump no le permite discernir con lucidez lo que significa sustentar la paz y no la guerra, promover la vida, y no las muertes.
Confiemos que el pueblo estadounidense que no quiere guerras ni pérdida de vidas humanas logre hacer reflexionar e imponer el raciocinio en la Casa Blanca y el Congreso de EE.UU. no permita una aventura demencial guerrerista a kilómetros de sus fronteras lo cual podría ser muy peligroso, no solo para todos los países de Latinoamérica y el Caribe, sino además para los ciudadanos norteamericanos.
Desde Vietnam hasta el reciente Afganistán, el pueblo estadounidense ha dado muestras de repudio a las guerras y los genocidios como el acontecido en Gaza, y están conscientes de que en una conflagración bélica actual no hay ganadores, siempre perderán todos los involucrados, no solo en vidas humanas que es lo más abominable, también se obstaculizará el desarrollo sostenible y el comercio global. Pero, además, se fomentará más desestabilización, odios e inseguridad en el mundo.
No a las guerras y muertes, y Sí a la paz y vida.

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