Llama en gran medida la atención de la opinión pública internacional, que, aunque no siempre los otorgamientos de Premios Nobel han contado con el reconocimiento de la humanidad en pleno, en esta ocasión este haya sido entregado a la señora María Corina Machado de origen venezolano, caracterizada por su accionar golpista, extremista y subversivo, sustentado durante años, a lo interno de su país.

Actualmente se constata más acentuado el repudio a esa denominación, por razones obvias que no pueden omitirse ni silenciarse, pues la inmensa mayoría de su propio pueblo y los ciudadanos de buena voluntad de paz, conocen lo alejada que ha estado este sujeto de potenciar la armonía y concordia que se precisa para ser acreedor de ese lauro. Todo lo contrario, su accionar ha estado orientado en todo momento a favorecer la violencia dentro de su pueblo, y a sembrar odios, asedios, y estimular injerencias e intervenciones extranjeras en ese territorio.

De ahí que el otrora reconocido Premio Nobel de la Paz haya perdido hoy tanta credibilidad, y sea considerado como el mayor descrédito para sus organizadores, ante la incongruencia del actuar de esta persona que ha sido más encaminado hacia la desestabilización, desunión y vulneración de la institucionalidad y tranquilidad ciudadana de su país, que colaborar o aportar, elementos de paz.

Esa señora, opositora acérrima a la Revolución Bolivariana en Venezuela, lleva años dedicados a conspirar contra el gobierno legítimo de ese pueblo y el proyecto de democracia popular y participativo iniciado con la presidencia del extinto Comandante Hugo Chávez y cual sostiene continuidad, (luego de varios referéndum y procesos electorales efectuados en las urnas) con el mandatario, Nicolás Maduro.

Se puede ser opositor de un sistema o gobierno en cualquier nación del mundo, pero lo que no se puede admitir es que exista un grupo o sector político dedicado a fomentar acciones subversivas, potenciar sanciones económicas e invasiones contra su propio pueblo, todo un conjunto de actos de lesa humanidad. Y en esas actividades nada patrióticas y sí de carácter delictivas ha estado presente la participación directa e indirecta de la señora Corina, instrumento visible de lo más reaccionario de la ultraderecha venezolana.

Su rol más significativo ha sido servir a centros de poder hegemónicos, intereses oligárquicos y foráneos, esos que nada, absolutamente nada, tienen que ver con promoción de paz ni vida digna para sus compatriotas.

De ahí que haya impactado profundamente en la comunidad latinoamericana y caribeña, y en la inmensa mayoría del pueblo venezolano ese fatídico Premio, por lo inmerecido del caso, resultando un profundo descrédito para quienes le hacen acreedora de algo que es diametralmente opuesto al propósito del mismo; servir a la Paz y defensa de la vida. Por ello, es, además, un gesto de inmoralidad y decadencia sin precedentes el otorgamiento actual de ese galardón que, en algún momento, fue respetado.

Pero el verdadero Premio Nobel de la Paz lo brindan los pueblos a sus auténticos defensores, salvaguardas, a quienes trabajan en función de la verdadera unidad, armonía y concordia entre coterráneos y ciudadanos del mundo. A aquellos que de buena fe construyen, y no destruyen, a los que trabajan por un mejor bienestar con equidad y justicia para todos sus compatriotas, sin distinción de clase, credo, ni raza.

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